GÓLGOTA MONTE DE LAS
CALAVERAS
Tardé mucho
tiempo en saber el significado de ese nombre. En latín, griego y en arameo
significa lugar de La Calavera. Buscaba
unos apuntes y por ellos supe del nombre por el cuál se conocía dicho monte en
las afueras de Jerusalén, donde Jesús fue crucificado.
Su nombre
proviene de rocas en forma de calaveras. El trabajo versaba sobre El Monte
Gólgota. Desconocía todo lo concerniente a dicho lugar y el episodio tan
luctuoso que allí se había realizado en tiempos remotos. Delante de
enciclopedias y libros sagrados, me dispuse a saber lo que ignoraba.
Comencé a
escribir notas y sin darme cuenta, ya no tomaba apuntes sino más bien, leía y
en cada página encontraba la dimensión tan profunda de un hombre, que nunca
puso límites a los que le rodeaban.
Querido por unos
y odiado por muchos, su vida estuvo marcada desde que se manifestó su gran
poder. En un mundo tan hostil y dispuesto a no tolerar que un simple hombre generara las multitudes que arrastraba tras
él para oír lo que ellos no entendían.
Estaba llamado a
ser Rey de Reyes desde que nació, pero su reino no era terrenal, cosa que les
fue muy difícil de entender a los que le seguían. No comprendían que él con un
simple gesto, tendría batallones y batallones de “ángeles”. No, el no venía a
luchar, sino más bien a impartir la sabiduría que le había sido concedida para
repartir a sus seguidores.
La fama se
acrecentaba y no había lugar en el cual, era esperado para oír las palabras y
ver los sorprendentes milagros.
El odio y la
envidia crecía por un sencillo hombre, que regalaba paz y amor a cambio, pedía
la conversión y no caer en las muchas tentaciones que, un invisible ser maligno
les ofrecía –¡Es fabuloso! ¡Qué hombre!
–se dijo en voz baja.
Llegó un momento
que les fue muy molesto y no podían tolerar que nadie y menos él, les hiciese
sombra.
Se inventaron
toda clase de cargos hasta que lograron levantar a esos que días atrás, le habían recibido entre
palmas, ramas de olivo y vítores. Su persona ya no era amada.
Aborrecido,
vilipendiado y humillado, fue tratado peor que un delincuente común.
Vendido por unas
sucias monedas, acabó siendo reo de muerte.
Nadie alzó la
voz para pedir su perdón y sí, para solicitar su muerte.
Como un hombre
desprovisto de compasión alguna, fue juzgado teniendo la peor calaña de la
especie humana injuriando y gritando ¡muerte! ¡muerte! Y dando el regalo a un
cruel y despreciable bandido con el grito de ¡libertad!
Apabullado por
una masa enloquecida, Poncio Pilatos hizo un gesto de total sumisión. Se lavó
las manos, dando a entender que él, no era culpable del crimen que se le
imputaba. Estaba limpio de culpa. Le entregó a una enfurecida turba.
Atado a una
columna fue azotado con saña, buscando en cada latigazo, la sangrienta marca en
su espalda. Para tapar la dureza del castigo recibido, le pusieron una túnica y
la mofa llegó al poner en su cabeza, una
corona de espinas y entre sus manos un cetro coronándolo así entre risotadas
“como rey de los judíos”.
Le hicieron cargar sobre un cuerpo
salvajemente maltratado, una pesada cruz y con ella a cuestas, le encaminaron
entre el escarnio, insultos y la brutalidad de unos groseros soldados hacia El
Gólgota.
La dureza del
camino y carente de fuerzas, hizo trastrabillar sus pies cayendo una, dos, y
tres veces. Su rostro que rezumaba sangre ha causa de las espinas de la corona,
quedó impreso sobre el lienzo con el que la mujer se lo enjugó.
Arrastrando el
madero llegó al monte Gólgota. Una vez allí la ignominia llegó a lo más bajo.
Le despojaron de
sus vestiduras y le arrojaron sobre la cruz. Comenzó el cruel tormento.
Primero sus
manos y luego sus pies, fueron espantosamente taladradas.
Mientras el
martillo bajaba una y otra vez sobre el clavo, las voces y risotadas de la
soldadesca, jugaban a los dados rifando las vestiduras del hombre al que
martirizaban.
La cruz fue
izada ante la algarabía de la chusma.
El tiempo
comenzaba a pasar. “Tengo sed” –dijo con voz queda. Un soldado tomó una esponja y la
empapó en vinagre y ayudado con su lanza, la acercó a la boca del sediento.
Luego, otro viendo
que no se moría, clavó su lanza en la parte del corazón.
Poco después
lanzó su último suspiro y dejando caer la cabeza a un lado expiró. Su muerte
trajo un retumbar de truenos, mientras el cielo se teñía de negros nubarrones
oscureciéndolo todo. Alguien dijo: “En verdad era hijo de Dios”.
La gente huyó
despavorida y solamente quedaron María y el pequeño grupo que no le había
abandonado.
Le bajaron de la
cruz y el cuerpo terriblemente sangriento por la crueldad, dureza y salvajismo
al que fue sometido, fue depositado en los brazos de su madre.
Su hijo, su
queridísimo hijo yacía muerto. Lágrimas de inmenso dolor, bajaban por un rostro
hasta el cuerpo inerte de Jesús.
Cerró el libro y
durante un tiempo quedó inmóvil, con la
respiración contenida. No se atrevía ni
a pensar, ni evaluar lo que había leído.
Saber que El
Gólgota había acogido las horas más truculentas de un hombre que fue insultado,
azotado, humillado y como final, la
muerte más cruel, le abatió totalmente.
-Sí, verdaderamente fue un hombre especial
SEMANA SANTA 2015
1 comentario:
Es tan bonito que dan ganas de llorar
Ofelia
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