EL SECRETO ESTA EN LA LLAVE

lunes, 6 de abril de 2020

GETSEMANI


                    


Getsemaní - Wikipedia, la enciclopedia libre




                                      GETSEMANÍ                    



         

“ABBA, PADRE, TODO TE ES POSIBLE, ALEJA

DE MÍ ESTE CÁLIZ; MAS NO SEA LO QUE YO


QUIERO, SINO LO QUE TÚ QUIERES"




Jesús, hombre como nosotros, lanzó  un grito de 

angustia y manifestó la repugnancia natural de su 

ser hacia el dolor, la humillación y la muerte. Pero 

la voluntad del Padre, era que bebiera de aquél cáliz

y Jesús lo aceptó.

En Getsemaní, Jesús oró y sufrió. La oración fue su 

único apoyo, su consuelo y su refugio. 

Se encontraba en la hora de su pasión y de su 

muerte.

“ORAD PARA QUE NO ENTREIS EN TENTACIÓN”


Les dijo a sus Apóstoles. Por tres veces se 

había acercado a ellos y les había encontrado 

dormidos. La fatiga de una jornada llena de 

hechos cargados de emoción, se había unido a 

los trágicos acontecimientos que ellos intuían 

inevitables. Jesús les había invitado 

insistentemente a la oración, ante la difícil 

misión que les esperaba.

 

“VED AQUÍ, QUE YA SE ACERCA LA HORA, Y EL 

HIJO DEL HOMBRE  VA A SER ENTREGADO EN 

                MANOS DE PECADORES”



Les dijo a sus discípulos, pues se cercaba la 

hora de la amargura, de la tristeza, del 

abandono y el sufrimiento. El cáliz no podía ser 

bebido sin sacrificio.

    
    
“SI ERA POSIBLE, PASARA DE ÉL AQUÉL CÁLIZ”


Suplicó al sentir el temor y la angustia. El 

sufrimiento cruel y el estado de extenuación de 

su cuerpo, hizo que sudara gotas de sangre.

La agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní, 

manifiesta su extraordinaria capacidad de sufrimiento

y de dolor.

¡Qué lejos estamos nosotros de soportar el más 

mínimo dolor! Nos acobarda, nos aterra el saber 

o percibir que algo falla en nuestro cuerpo. 

Nuestra fragilidad la notamos cuando se 

manifiesta y es tal el temor que nos infunde 

pensar en el sufrimiento que nos espera, que la 

mayoría de las personas regresamos a esa fe 

perdida, esperando que Dios sea generoso y 

aleje de nosotros ese cáliz que tanto nos amarga.


Cuando vemos que no obtenemos ese privilegio, 

nos desmoralizamos y somos incapaces de ver o 

sentir en lo más profundo de nuestro ser, que es 

una de las muchas pruebas que Él nos envía. En 

vez de aceptarlo, nos revolvemos y hasta 

maldecimos su Nombre. No admitimos bajo 

ningún concepto, haber sido engañados por 

alguien que nos da, lo que no deseamos.


Buscamos el consuelo en la familia o en los 

amigos, pero esto rara vez nos lo pueden dar. 

Saben que el dolor y el sufrimiento es algo que 

jamás se puede eludir.




En resumen: Nunca seremos capaces de aceptar el 

beber de ese cáliz porque nuestra fe se está 

perdiendo. Carecemos de esos valores espirituales 

que no restan ni un ápice a nuestra integridad y sí 

nos ayudan a poder afrontar nuestro destino.











R.P.00/2011/3021

León 15, Enero 1998


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