EL
EXPOLIO
No me hagas trampas.
_Nunca las hice.
_Y, ¿por qué siempre te salen esos números?
_Tengo suerte.
_Lo que tienes es jugar con eso dados
trucados.
_¡Anda! ¿y eso que es?
_Tú bien lo sabes.
_¿Me estás llamando tramposo?
La fama la tienes bien sabida
_¿De tramposo?
_Mira comprade, vamos a dejar esta discusión, no merece la pena por un trozo de
Túnica que no vale nada.
_¿Qué dices? Es lo más valioso que se ha
visto.
_Si tú lo dices, te toca a ti.
Mientras los dos facinerosos jugaban para
saber quien de los dos era el dueño de la Túnica , cerca de ellos comenzaba el sufrimiento
de Jesús.
Después de haberlo sometido al escarnio
durante su recorrido por las estrechas callejuelas entre burlas, risotadas
llevando el madero en forma de cruz sobre los
hombros, caídas, latigazos y en medio de tanta
barbarie,
una mujer se pone delante de él y con un
lienzo trata de limpiar el sufrimiento que padece
La imagen del rostro, quedaría reflejada
en el.
_¿Que haces? Tira de una vez.
_Estaba pensando.
_¿Pero tú piensas? ¡Ja,ja,ja!
_¿Por qué te crees? No soy tan zafio como
tú.
_¡Oyé! Sin insultar.
_Vamos a terminar, hay mucha gente que
desea ver como lo clavan.
Los martillazos sobre el clavo que
taladran la palma de la mano, tapaba el ruido de los dados que daban números
impares una y otra vez.
_Llevamos mucho tiempo jugando ¿No lo
crees?
_Sí, pero los dados no dan el ganador
_Déjame verlos, sigo pensando que están trucados.
_Déjame verlos, sigo pensando que están trucados.
_Eres un incrédulo.
El mazo se dejó oír en el silencio
expectante de la chusma que habían seguido al hombre que echado sobre el madero,
soportaba los martillazos sobre la otra mano.
_Parece que están bien, pero sigo
creyendo que hay trampa.
_Lánzalos y calla, la Túnica espera.
_Espero tener suerte.
_Yo también, esa Túnica debe valer mucho.
Los dados rodaban sobre el pequeño y
sucio trozo de trapo que servía para el juego.
Un fuerte martillazo hizo que miraran en
dirección donde procedía el ruido.
Los pies cruzados que estaban crucificando,
era el motivo del fuerte golpe al clavarlo en el madero.
_Ya terminaron, tenemos que ir para
ayudar a levantarlo. Tira de una vez.
Los dados rodaron y su parada no era
buena. Fueron recogidos con rapidez y el otro rufían los lanzó de forma un tanto
airada y cuando pararon, sus caras eran iguales.
‑Al fin he ganado –dijo levantándose y
cogiendo la Túnica
se fue a ayudar a levantar la cruz.
El otro no tuvo tiempo de ver como había
terminado la jugada, fue tan rápido que se levantó de un salto y corriendo fue ayudar a izar la cruz.
Cuando estuvo bien asentada el grupo en el cual estaba su madre María
pudieron acercarse y ver el gran sufrimiento que su rostro reflejaba.
María dirigía los ojos a su amado hijo,
lloraba en silencio y lágrimas de inmenso dolor rodaban por las mejillas.
Su serenidad era digna de ver y admirar
después de haber presenciado lo que habían hecho a su hijo.
Los curiosos se fueron dispersando, solo
quedaba el pequeño grupo que acompañaba a Jesús en su dolor.
Uno de los soldados se acercó y
clavándole su lanza terminó con su agonía.
_Sigo pensando que eres un tramposo –le
decía el bellaco que caminaba a su lado luciendo la Túnica por la que ambos
habían estado jugando por el expolio de ella a Jesús.
_Piensa lo que quieras. Lo que tienes es
envidia.
_Sabes, que yo no estaría tan ufano
luciendo esa Túnica que llevó alguien que tuvo una muerte tan horrorosa.
_Se lo merecía –replicó mientras se
atusaba al ropaje.
_NO, seamos justos, aunque no está bien
dicho por mi.
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