ANTES DE QUE CANTE EL GALLO…
¿Nunca has mentido?
_No, jamás.
_¿Estás seguro?
_
Tú me conoces y sabes bien que nunca lo haría.
Tú me conoces y sabes bien que nunca lo haría.
Hubo un momento de silencio y cada cual,
sopesaba las preguntas y respuestas de forma
diferente.
_¿Por qué no me crees?
_Es que tú mismo te has contradicho hace
escasos minutos.
_¿Qué dije? –pregunté con expresión de estupor.
El silencio fue muy elocuente. Ninguno de los dos
decía nada, no deseaban herirse mutuamente.
_¿Por qué no me dices claramente mi fallo? –volví
a preguntar un tanto molesto.
Sentí sobre mí una mirada profunda, llena de
tristeza y esto hizo que interiormente comenzara
a recapacitar sobre días pasados.
Era una tarde apacible. El sol suspendido en la
lejanía, languidecía con melancolía aquietando
más las horas en una charla tranquila que
prometía ser distendida. Caminábamos despacio,
dando a cada paso el tiempo suficiente para
responder la pregunta.
lejanía, languidecía con melancolía aquietando
más las horas en una charla tranquila que
prometía ser distendida. Caminábamos despacio,
dando a cada paso el tiempo suficiente para
responder la pregunta.
_¿Cómo vamos Pedro?
_Bien, a no ser por una persona que no deja de
molestarme.
_¿Qué dice?
_Cosas sin fundamento alguno. Me acusa de ser
desleal, un mísero egoísta y que soy capaz de
vender mi alma al diablo, si con ello logró mis
propósitos.
_
¿Por qué? Sino me equivoco, eres un hombre
íntegro. Incapaz de mentir.
¿Por qué? Sino me equivoco, eres un hombre
íntegro. Incapaz de mentir.
Pedro dejó escapar una risa socarrona. Después
contestó:
_Todos tenemos algo que esconder.
cosas sin importancia.
_Depende de lo que tú llames “sin importancia”
_Tú crees que ¿tiene importancia negar algo que
al fin y al cabo no me incumbe?
_Eso es no tener escrúpulos, ni conciencia –
replicó
con seriedad.
Guardé silencio y traté de aparentar seguridad
mirando a la lejanía. Me encontraba mal,
enfadado
conmigo mismo. En mi interior sabía que, había
obrado malamente y a consecuencia de mis
falsedades, un hombre sería acusado y lo más
grave de todo ¡era inocente! Me sentí sucio por la
forma tan ruin al poner en evidencia la honradez
de un hombre y la forma tan despreciativa que
tuve en el comentario que minutos antes dije.
Miré de soslayo a mi acompañante y le vi
sosegado. Me reproché amargamente lo indigno
que era el tener un amigo tan leal. Seguí
observándole a hurtadillas mientras
continuábamos caminado.
El sol nos había dicho adiós sin lamentos. Se
marchó contento por habernos dado
Gratuitamente toda su grandeza con la que fue
creado.
_Pedro, ¿estás muy callado?
La pregunta me cogió tan desprevenido que,
instintivamente di un leve respingo.
_Sí, estaba pensando.
_¿Se puede saber lo que era?
_Nada significante, cosas mías del trabajo.
_Por tu silencio y lo callado que estas, me ha
parecido que sí tenía interés.
_Créeme, no hay nada que merezca decir.
_¿Es cierto?-preguntó con suave amargura,
mientras le miraba con expresión abatida.
Un ramalazo de dolor me recorrió el cuerpo. Todo
en mí se desintegró y en un instante, algo se
alejó a velocidad de vértigo hasta verme delante
de una mujer que me estaba acusando. El sonido
del claxon hizo que volviera a la realidad.
Sí, esa bocina era como el canto del gallo,
acusándome de ser tan falso como lo fue otro Pedro.
acusándome de ser tan falso como lo fue otro Pedro.
¿Te pasa algo?
Oí la voz lejana y mirándole a los ojos dije:
_He retrocedido más de dos milenios para darme
cuenta que sigo siendo el mismo.
¿Cuántas vidas me quedan aún para ser libre de seguir renegando?
introdujeron en casa del sumo sacerdote, Pedro le
seguía de lejos. Habiendo encendido fuego en
medio del atrio y sentándose, Pedro también se
sentó entre ellos.
Viéndole una sierva sentado a la lumbre y
fijándose en él, le dijo:
_Este estaba también con Él
Él lo negó diciendo:
_No le conozco mujer.
Después de poco, le vio otro, y dijo:
_
Tú eres también de ellos.
Tú eres también de ellos.
Pedro dijo:
_Hombre, no soy.
Transcurrida cosa de una hora, otro insistió
diciendo:
_Es verdad que éste estaba con Él, porque
es Galileo.
Dijo Pedro:
_Hombre, no sé lo que dices.
Al instante hablando aún él, cantó el gallo. Vuelto
el señor, miró a Pedro y Pedro se acordó de la
palabra del Señor, cuando le dijo:
“ANTES QUE EL GALLO CANTE HOY, ME
NEGARÁS TRES VECES”
R.P.intelectual 00/2011/3021
No hay comentarios:
Publicar un comentario