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EL SECRETO ESTA EN LA LLAVE
sábado, 25 de abril de 2020
PINCEL Y PLUMA: agua muy fresca
PINCEL Y PLUMA: agua muy fresca: A GU A M U Y F R E S C A Los años pueden pasar, pero los recuerdos no y más, si éstos son t...
agua muy fresca
A GU A M U Y F R E S C A
Los años pueden pasar, pero los
recuerdos no y más, si éstos son tan
maravillosos como los que en mi mente
se agolpaban queriendo salir todos
a la vez, cuando en una muestra de cerámica, mis ojos fueron a parar insistentemente en un puesto en el cual, los botijos sobresalían de entre diversos objetos
bellamente trabajados.
Todos se aunaban en un espacio reservado para
ellos. Formas, tamaños y colores, competían con un solitario botijo que fue el
culpable de que la puerta, libro ¡qué sé
yo! se abrieran y emergiera a la luz
todo cuánto en mi más profundo interior, guardaba desde que era un chaval.
Me acerqué y con manos temblorosas lo cogí y
algo en mi interior se rompió. Sentí mis lágrimas ardientes bajar por un
avejentado rostro. Mientras pasaba una mano temblorosa, acariciando su redondez
una y otra vez.
Las tinieblas se disiparon y la luz lo inundó
todo dejando salir unas vivencias
largamente retenidas en lo más profundo de mi ser.
De entrada diré, que éramos una familia grande,
unida y capaz de generosos sacrificios; aunque por aquellos años esas cosas
eran nimiedades y jamás nos paramos a pensar lo injusto que era tal o cual cosa.
Aceptábamos con total alegría lo que hoy tal
vez, nos costaría un poco de trabajo y no,
porque nuestros principios hallan cambiado, sino más bien, porque todo se
transforma.
Pasábamos limpiamente de banalidades porque
bien pensado, el egoísmo y falta de
sentimientos, gobiernan nuestra vida a cada instante, cosas que no debíamos de
dar nunca salida.
Nuestra casa era muy pequeña, pero había tanto
amor en ella que jamás echamos en falta más espacio, más intimidad o mejor
calidad de vida. Nada de esas tres cosas se nos antojaban como necesarias, para ser felices.
Los artífices de ésa sintonía tan plena y
agradable, eran una pareja de lo más
corriente y normales que existían
en la tierra: nuestros padres.
Ellos ajenos a todo lo que pudiera conturbar
nuestra apacible vida, trataban de darnos lo mejor que a su entender era, él
criarnos sanos y con unos buenos principios, para ser en un futuro mejor que ellos en todas las facetas.
Fueron tiempos muy duros para todos. Nadie
podía decir, que él estaba a salvo por cualquier razón. No. Una guerra absurda
y equívoca, dio al traste con infinidad de sueños y vidas, que coqueteaban bajo
la atenta mirada de una luna, que se escondía traviesa entre las oscuras nubes,
quizá para que nadie viese las miserias
y horrores que la maldad humana creaba, en exhibiciones de brutal
salvajismo e inhumana crueldad.
La abuela vivía sola desde que una tarde fría y
lluviosa, el abuelo la dejó dueña de lo poco que había en el desvencijado piso
que compartían desde el día que unieron sus vidas. Cerró los ojos y optó por no quejarse más de los numerosos
achaques que padecía.
A partir de una semana más o menos de quedarse
viuda, sus visitas se hicieron diarias a nuestra casa. Llegaba justo cuando nos
disponíamos a comer. Se pensó, que su soledad le empujaba hacía sus seres queridos y esa idea nos llenó
de compasión. Le hacíamos un hueco en la mesa y repartíamos otro plato más de
comida.
Pronto descubrimos la gran facilidad que tenía
para contarnos todo lo que su memoria guardaba de años pasados. Era fabuloso la gran retentiva
que tenía de historias y sucesos acaecidos en sus años de juventud.
Mientras hablaba, no paraba de hacer punto y
sus obras se traducían en jerseys y calcetines para el frío invierno que año
tras año nos visitaba.
Nos sentábamos cerca de ella y mientras que sus
agujas tricotaban con vertiginosa rapidez,
oíamos con verdadera devoción lo que nos contaba.
A veces, mi madre la reñía por poner tanto
énfasis en sus historias, ya que nos decía con todo lujo de detalles, cosas
referidas a la guerra y sus consecuencias.
Sé, que no lo hacía con mala intención, ni se
regodeaba con ello, pues todos en mayor o menor medida, éramos víctimas de sus
nefastos estragos. Era una historia verdadera y al contarnos sus detalles tan
ínfimos, yo creo que era, para prevenirnos de las consecuencias tan terribles.
Al llegar la primavera sus
visitas vinieron acompañadas de un hermoso botijo rojo brillante y
rebosante de agua fresca. La traía de
una fuente que le quedaba de paso de
su casa a la nuestra. Durante mucho tiempo, fue la bebida más
preciada por las bocas sedientas que de
él bebían ¡Qué buena estaba! Repetíamos cada vez que lo usábamos.
Pronto aprendimos a beber por el pitorro, los
pequeños y la competición era todo un espectáculo ¿Quién duraba más bebiendo?
¿Quién lo alejaba más de la boca? Ni que
decir tiene, los atascos, toses y agua
derramada sobre la ropa, enfadaban a mi
madre, pero ahí estaba la abuela para poner paz y,
aquí no ha pasado nada.
Más de una vez, su estancia se prolongaba y
hacía noche, es decir, se quedaba a dormir.
Ignoro la causa, ya que éramos pequeños ¿Qué
pasaba entonces? Cama redonda. Donde antes entraban dos, ahora tenían que ser
tres. Era nuestra abuela y además, la encargada de traer en su flamante
botijo el agua que diariamente consumíamos.
La abuela murió y fue, como si el botijo
también lo hiciera. Ya no disfrutamos más de él. Quedó olvidado en un rincón
oscuro, vacío sin esa agua fresca que
antaño tanto nos había deleitado. Estaba tan muerto como lo estaba ella
__Señor, ¿Lo quiere comprar?
Abrí los ojos y mire a una jovencita que
esperaba mi respuesta con gesto de impaciencia. Sin contestarla, lo dejé donde
estaba y di la vuelta.
Cerraba un capítulo de mi vida que hoy, había entrado con fuerza
en una agarrotada mente.
*Dedicado a mi querida abuela Carola
León, 22 Enero 2001
domingo, 19 de abril de 2020
¿Sabemos comunicarnos?
¿S A B E M O S C
O M U N I C A R N O S?
¿Sabemos comunicarnos? ¡Claro! Es
muy
fácil. Marcas el número de la
persona con la cual deseas hablar y ya
está. Es
la cosa más sencilla. Hasta un
niño lo sabe.
Esta es la
respuesta más lógica que te
pueden dar cuando haces la pregunta.
Pero la
intención de la frase no va por
ese camino sino que, se refiere a que si
tenemos el suficiente grado de ser
personas comunicativas. Creo que no.
Y me atrevo a mantenerlo, aunque
haya gente que piense u opine lo
contrario.
A pesar de los
grandes avances en
medios de comunicación cada día que
pasa, los humanos nos
encerramos un
poco más en nuestra cáscara
particular ¿Cuál es la razón? El
teléfono móvil, fax y
ordenador han
sustituido a la palabra.
El diálogo se va marchitando y
poquísimas personas hacen uso de él.
Todo lo
reducimos a una llamada de
ése invento que sustituyó a las cartas
en las cuales,
derramábamos todas
nuestras cuitas o
amor con puntos
suspensivos incluidos.
Hoy poca gente
hace uso de la pluma
y, ¿qué decimos de la palabra? Cada
vez que me
encuentro en alguna sala
de espera o cualquier lugar en la que
hay un grupo de gente, observo el
mutismo que como una gran losa
aplasta esa
comunicación entre seres
que muchas de las veces, se necesita
dejar salir para
que nuestro sentir no
muera en las
profundidades del
pensamiento.
No hay nada más
penoso que ver en
algún lugar a personas mayores solas,
tristes y sin que
nadie se digne a darles
el saludo más cotidiano de, “buenos
días/ buenas
tardes”.
¡Es tan fácil!
hacerles felices con unos
minutos de charla como enriquecedor
para nosotros, el
poder escuchar esa
amplia gama de datos que sus mentes
guardan con todo el
frescor posible.
Hay que comunicarse más con nuestros
semejantes. Sin herir al
que nos
escucha.
Lancemos un SOS
y digamos
claramente: “Necesitamos
hablar”.
Estoy segura que muchas personas
recogerían el mensaje con evidente
agrado y sus vidas darían un giro de
90º al pensar, que alguien les escucha
que, no están solos y que pueden
integrarse y participar en una
sociedad que a pasos agigantados, da
luz verde a inventos que sin tregua ni
perdón,
sustituyen a la comunicación
humana.
r.p.00/2008/1318
León, 17 Enero
1995
domingo, 12 de abril de 2020
LLAVES DEL PERDÓN
LLAVES DEL PERDÓN
_¿Dónde están las llaves?
_¿Qué llaves?
_Las que me dejé olvidadas hace tiempo.
_No he visto esas llaves.
_Tienen que estar por aquí.
_¿Por qué estás tan seguro?
_Porque fue en este lugar donde las perdí.
_Deben ser muy especiales cuando las
buscas.
_Así es.
_Y, ¿no sabes en que lugar pueden estar?
_¡Son tantos!
_No me puedes dar una pista.
_No.
_Eres callado y poco hablador.
_Los años perdidos son como esas llaves, que
jamás podré recuperar.
_¿Qué tiene que ver los años con las llaves?
_Una relación tan llena de significados que nadie
comprenderá.
_¿Por qué no te sinceras y me lo dices?
_Ahora sí me doy cuenta de lo callado que
no he sido. Jamás he dejado que mi corazón
hable.
Me confundes, no te puedo seguir ¿qué tiene
que ver la pérdida de las llaves con lo que
me dices?
_Mucho. Tengo que aclararte lo siguiente.
Las llaves en sí, no se refieren a las llaves
normales que conocemos.
_
¿Entonces?
¿Entonces?
_Conocí a una mujer hace unos años que
me cautivó, pero yo no estaba preparado
para ese cambio.
_
Lo siento, sigo sin entenderte.
Lo siento, sigo sin entenderte.
Sin dar respuesta, miró a la lejanía y todo su
ser fue un libro abierto.
Perdí las llaves del amor, no supe dárselo
Perdí las llaves de la confianza. Dudé
Perdí las llaves entre los murmullo de la
brisa, di crédito a los murmullos.
Perdí las llaves del dolor y, abrí su
corazón al dolor.
Perdí las llaves entre los susurros, no
supe acallarlos
Perdí las llaves por no tener la fuerza
suficiente, para luchar contra la envidia.
Perdí las llaves, por no despertar de mi
ceguera.
Perdí las llaves, por no poder respirar ante
el agobio.
Perdí las llaves, de la sonrisa que se borró
en sus labios.
Perdí las llaves, de esa paz que necesitaba
anidar.
Perdí las llaves, del perdón desconocido
para mí.
El silencio cubrió las últimas palabras.
Lo siento amigo. Esas llaves tan especiales,
solo se hacen una vez.
sábado, 11 de abril de 2020
ANTES DE QUE CANTE EL GALLO
ANTES DE QUE CANTE EL GALLO…
¿Nunca has mentido?
_No, jamás.
_¿Estás seguro?
_
Tú me conoces y sabes bien que nunca lo haría.
Tú me conoces y sabes bien que nunca lo haría.
Hubo un momento de silencio y cada cual,
sopesaba las preguntas y respuestas de forma
diferente.
_¿Por qué no me crees?
_Es que tú mismo te has contradicho hace
escasos minutos.
_¿Qué dije? –pregunté con expresión de estupor.
El silencio fue muy elocuente. Ninguno de los dos
decía nada, no deseaban herirse mutuamente.
_¿Por qué no me dices claramente mi fallo? –volví
a preguntar un tanto molesto.
Sentí sobre mí una mirada profunda, llena de
tristeza y esto hizo que interiormente comenzara
a recapacitar sobre días pasados.
Era una tarde apacible. El sol suspendido en la
lejanía, languidecía con melancolía aquietando
más las horas en una charla tranquila que
prometía ser distendida. Caminábamos despacio,
dando a cada paso el tiempo suficiente para
responder la pregunta.
lejanía, languidecía con melancolía aquietando
más las horas en una charla tranquila que
prometía ser distendida. Caminábamos despacio,
dando a cada paso el tiempo suficiente para
responder la pregunta.
_¿Cómo vamos Pedro?
_Bien, a no ser por una persona que no deja de
molestarme.
_¿Qué dice?
_Cosas sin fundamento alguno. Me acusa de ser
desleal, un mísero egoísta y que soy capaz de
vender mi alma al diablo, si con ello logró mis
propósitos.
_
¿Por qué? Sino me equivoco, eres un hombre
íntegro. Incapaz de mentir.
¿Por qué? Sino me equivoco, eres un hombre
íntegro. Incapaz de mentir.
Pedro dejó escapar una risa socarrona. Después
contestó:
_Todos tenemos algo que esconder.
cosas sin importancia.
_Depende de lo que tú llames “sin importancia”
_Tú crees que ¿tiene importancia negar algo que
al fin y al cabo no me incumbe?
_Eso es no tener escrúpulos, ni conciencia –
replicó
con seriedad.
Guardé silencio y traté de aparentar seguridad
mirando a la lejanía. Me encontraba mal,
enfadado
conmigo mismo. En mi interior sabía que, había
obrado malamente y a consecuencia de mis
falsedades, un hombre sería acusado y lo más
grave de todo ¡era inocente! Me sentí sucio por la
forma tan ruin al poner en evidencia la honradez
de un hombre y la forma tan despreciativa que
tuve en el comentario que minutos antes dije.
Miré de soslayo a mi acompañante y le vi
sosegado. Me reproché amargamente lo indigno
que era el tener un amigo tan leal. Seguí
observándole a hurtadillas mientras
continuábamos caminado.
El sol nos había dicho adiós sin lamentos. Se
marchó contento por habernos dado
Gratuitamente toda su grandeza con la que fue
creado.
_Pedro, ¿estás muy callado?
La pregunta me cogió tan desprevenido que,
instintivamente di un leve respingo.
_Sí, estaba pensando.
_¿Se puede saber lo que era?
_Nada significante, cosas mías del trabajo.
_Por tu silencio y lo callado que estas, me ha
parecido que sí tenía interés.
_Créeme, no hay nada que merezca decir.
_¿Es cierto?-preguntó con suave amargura,
mientras le miraba con expresión abatida.
Un ramalazo de dolor me recorrió el cuerpo. Todo
en mí se desintegró y en un instante, algo se
alejó a velocidad de vértigo hasta verme delante
de una mujer que me estaba acusando. El sonido
del claxon hizo que volviera a la realidad.
Sí, esa bocina era como el canto del gallo,
acusándome de ser tan falso como lo fue otro Pedro.
acusándome de ser tan falso como lo fue otro Pedro.
¿Te pasa algo?
Oí la voz lejana y mirándole a los ojos dije:
_He retrocedido más de dos milenios para darme
cuenta que sigo siendo el mismo.
¿Cuántas vidas me quedan aún para ser libre de seguir renegando?
introdujeron en casa del sumo sacerdote, Pedro le
seguía de lejos. Habiendo encendido fuego en
medio del atrio y sentándose, Pedro también se
sentó entre ellos.
Viéndole una sierva sentado a la lumbre y
fijándose en él, le dijo:
_Este estaba también con Él
Él lo negó diciendo:
_No le conozco mujer.
Después de poco, le vio otro, y dijo:
_
Tú eres también de ellos.
Tú eres también de ellos.
Pedro dijo:
_Hombre, no soy.
Transcurrida cosa de una hora, otro insistió
diciendo:
_Es verdad que éste estaba con Él, porque
es Galileo.
Dijo Pedro:
_Hombre, no sé lo que dices.
Al instante hablando aún él, cantó el gallo. Vuelto
el señor, miró a Pedro y Pedro se acordó de la
palabra del Señor, cuando le dijo:
“ANTES QUE EL GALLO CANTE HOY, ME
NEGARÁS TRES VECES”
R.P.intelectual 00/2011/3021
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