EL SECRETO ESTA EN LA LLAVE

sábado, 25 de abril de 2020

PINCEL Y PLUMA: agua muy fresca

PINCEL Y PLUMA: agua muy fresca:                                A GU A    M   U Y    F R E S C A Los años pueden pasar, pero los recuerdos no y más, si éstos son   t...

agua muy fresca

                   Agua Cano Pia - Foto gratis en Pixabay

           A GU A   M  U Y   F R E S C A



Los años pueden pasar, pero los recuerdos no y más, si éstos son  tan maravillosos como los que en mi mente   se agolpaban queriendo  salir todos a la vez, cuando en una muestra de cerámica, mis ojos fueron a parar insistentemente  en un puesto en el cual, los botijos  sobresalían de entre diversos objetos bellamente trabajados.
Todos se aunaban en un espacio reservado para ellos. Formas, tamaños y colores, competían con un solitario botijo que fue el culpable de que la puerta,  libro ¡qué sé yo! se abrieran  y emergiera a la luz todo cuánto en mi más profundo interior, guardaba desde que era un chaval.
Me acerqué y con manos temblorosas lo cogí y algo en mi interior se rompió. Sentí mis lágrimas ardientes bajar por un avejentado rostro. Mientras pasaba una mano temblorosa, acariciando su redondez una y otra vez.
Las tinieblas se disiparon y la luz lo inundó todo dejando salir unas  vivencias largamente retenidas en lo más profundo de mi ser.
De entrada diré, que éramos una familia grande, unida y capaz de generosos sacrificios; aunque por aquellos años esas cosas eran nimiedades y jamás nos paramos a pensar lo injusto  que era tal o cual cosa.
Aceptábamos con total alegría lo que hoy tal vez, nos costaría un poco  de trabajo y no, porque nuestros principios hallan cambiado, sino más bien, porque todo se transforma.
Pasábamos limpiamente de banalidades porque bien pensado,  el egoísmo y falta de sentimientos, gobiernan nuestra vida a cada instante, cosas que no debíamos de dar nunca salida.
Nuestra casa era muy pequeña, pero había tanto amor en ella que jamás echamos en falta más espacio, más intimidad o mejor calidad de vida. Nada de esas tres cosas se nos antojaban  como necesarias, para  ser felices.
Los artífices de ésa sintonía tan plena y agradable, eran una pareja de lo más  corriente  y normales que existían en la tierra: nuestros padres.
Ellos ajenos a todo lo que pudiera conturbar nuestra apacible vida, trataban de darnos lo mejor que a su entender era, él criarnos sanos y con unos buenos principios, para ser en un futuro  mejor que ellos  en todas las facetas.

Fueron tiempos muy duros para todos. Nadie podía decir, que él estaba a salvo por cualquier razón. No. Una guerra absurda y equívoca, dio al traste con infinidad de sueños y vidas, que coqueteaban bajo la atenta mirada de una luna, que se escondía traviesa entre las oscuras nubes, quizá para que nadie viese las miserias  y horrores que la maldad humana creaba, en exhibiciones de brutal salvajismo e inhumana crueldad.

La abuela vivía sola desde que una tarde fría y lluviosa, el abuelo la dejó dueña de lo poco que había en el desvencijado piso que compartían desde el día que unieron sus vidas. Cerró los ojos  y optó por no quejarse más de los numerosos achaques que padecía.
A partir de una semana más o menos de quedarse viuda, sus visitas se hicieron diarias a nuestra casa. Llegaba justo cuando nos disponíamos a comer. Se pensó, que su soledad le empujaba  hacía sus seres queridos y esa idea nos llenó de compasión. Le hacíamos un hueco en la mesa y repartíamos otro plato más de comida.
Pronto descubrimos la gran facilidad que tenía para contarnos todo lo que su memoria guardaba de  años pasados. Era fabuloso la gran retentiva que tenía de historias y sucesos acaecidos en sus años de juventud.
Mientras hablaba, no paraba de hacer punto y sus obras se traducían en jerseys y calcetines para el frío invierno que año tras año nos visitaba.
Nos sentábamos cerca de ella y mientras que sus agujas  tricotaban con vertiginosa rapidez, oíamos con verdadera devoción lo que nos contaba.
A veces, mi madre la reñía por poner tanto énfasis en sus historias, ya que nos decía con todo lujo de detalles, cosas referidas a la guerra y sus consecuencias.
Sé, que no lo hacía con mala intención, ni se regodeaba con ello, pues todos en mayor o menor medida, éramos víctimas de sus nefastos estragos. Era una historia verdadera y al contarnos sus detalles tan ínfimos, yo creo que era, para prevenirnos de las consecuencias tan terribles.
Al llegar la primavera  sus  visitas vinieron acompañadas de un hermoso botijo rojo brillante y rebosante de agua fresca.  La traía de una fuente que le quedaba de paso  de

su casa a la nuestra.  Durante mucho tiempo, fue la bebida más preciada por las bocas sedientas  que de él bebían ¡Qué buena estaba! Repetíamos cada vez que lo usábamos.
Pronto aprendimos a beber por el pitorro, los pequeños y la competición era todo un espectáculo ¿Quién duraba más bebiendo? ¿Quién  lo alejaba más de la boca? Ni que decir tiene,  los atascos, toses y agua derramada sobre la ropa,  enfadaban a mi madre, pero ahí estaba la abuela para poner paz   y,  aquí no ha pasado nada.
Más de una vez, su estancia se prolongaba y hacía noche, es decir, se quedaba a dormir.
Ignoro la causa, ya que éramos pequeños ¿Qué pasaba entonces? Cama redonda. Donde antes entraban dos, ahora tenían que ser tres. Era nuestra abuela y además, la encargada de traer en su flamante botijo  el agua que diariamente consumíamos.
La abuela murió y fue, como si el botijo también lo hiciera. Ya no disfrutamos más de él. Quedó olvidado en un rincón oscuro, vacío   sin esa agua fresca que antaño tanto nos había deleitado. Estaba tan muerto como lo estaba ella


__Señor, ¿Lo quiere comprar?
Abrí los ojos y mire a una jovencita que esperaba mi respuesta con gesto de impaciencia. Sin contestarla, lo dejé donde estaba y di la vuelta.
Cerraba un capítulo  de mi vida que hoy, había entrado con fuerza en una agarrotada mente.

*Dedicado a mi querida abuela Carola













León, 22 Enero 2001



domingo, 19 de abril de 2020

¿Sabemos comunicarnos?





Dirigir y Comunicar






¿S A B E M O S  C O M U N I C A R N O S?





¿Sabemos comunicarnos? ¡Claro! Es 

muy fácil. Marcas el número de la 

persona con la cual deseas hablar y ya 

está. Es la cosa más sencilla. Hasta un 

niño lo sabe.

Esta es la respuesta más lógica que te 

pueden dar cuando haces la pregunta. 

Pero la intención de la frase no va por 

ese camino sino que, se refiere a que si 

tenemos el suficiente grado de ser 

personas comunicativas.  Creo que no. 

Y me atrevo a mantenerlo, aunque 

haya gente  que piense u opine lo 

contrario.

A pesar de los grandes avances en 

medios de comunicación cada día que 

pasa, los humanos nos encerramos un 

poco más en nuestra cáscara 

particular  ¿Cuál es la razón? El 

teléfono móvil, fax y ordenador  han 

sustituido a  la palabra.

El diálogo se va marchitando y 

poquísimas personas hacen uso de él. 

Todo lo reducimos a una llamada  de 

ése invento  que sustituyó a las cartas 

en las cuales, derramábamos todas 

nuestras cuitas o  amor con puntos 

suspensivos incluidos.

Hoy poca gente hace uso de la pluma 

y, ¿qué decimos de la palabra? Cada 

vez que me encuentro  en alguna sala 

de espera  o cualquier lugar  en la que 

hay un grupo de gente, observo el 

mutismo  que como una gran losa 

aplasta esa comunicación entre seres 

que muchas de las veces, se necesita 

dejar salir para que nuestro sentir  no 

muera en las profundidades del 

pensamiento.

No hay nada más penoso que ver   en 

algún lugar  a personas mayores solas, 

tristes y sin que nadie se digne a darles 

el saludo más cotidiano de, “buenos 

días/ buenas tardes”.

¡Es tan fácil! hacerles felices con unos 

minutos de charla como enriquecedor 

para nosotros, el poder escuchar esa 

amplia gama de datos que sus mentes 

guardan con todo el frescor posible. 

Hay que comunicarse más con nuestros 

semejantes. Sin herir al que nos 

escucha.

Lancemos un SOS y digamos 

claramente: “Necesitamos hablar”. 

Estoy segura que muchas personas  

recogerían el mensaje con evidente 

agrado y sus vidas darían un giro de 

90º al pensar, que alguien les escucha 

que, no están solos y que pueden 

integrarse y participar  en una 

sociedad  que a pasos agigantados, da 

luz verde  a inventos que sin tregua ni 

perdón, sustituyen  a la comunicación 

humana.



 







r.p.00/2008/1318

León, 17 Enero 1995





domingo, 12 de abril de 2020

LLAVES DEL PERDÓN





                   
Una llave de plata con un corazón rojo en su llavero, el vector ...




              LLAVES  DEL  PERDÓN


_¿Dónde están las llaves?

_¿Qué llaves?

_Las que me dejé olvidadas hace tiempo.

_No he visto esas llaves.

_Tienen que estar por aquí.

_¿Por qué estás tan seguro?



_Porque fue en este lugar donde las perdí.

_Deben ser muy especiales cuando las 

buscas.

_Así es.

_Y, ¿no sabes en que lugar  pueden estar?

_¡Son tantos!

_No me puedes dar una pista.

_No.

_Eres callado y poco hablador.

_Los años perdidos son como esas llaves, que 

jamás podré recuperar.

_¿Qué tiene que ver los años con las llaves?

_Una relación tan llena de significados que nadie 

comprenderá.
_¿Por qué no te sinceras y me lo dices?


_Ahora sí me doy cuenta de lo callado que 

no he sido. Jamás he dejado que mi corazón 

hable.


Me confundes, no te puedo seguir ¿qué tiene 

que ver la pérdida de las llaves con lo que 

me dices?

_Mucho. Tengo que aclararte lo siguiente. 

Las llaves en sí, no se refieren a las llaves 

normales que conocemos.
_
¿Entonces?


_Conocí a una mujer hace unos años que 

me cautivó, pero yo no estaba preparado 

para ese cambio.
_
Lo  siento, sigo sin entenderte.

Sin dar respuesta, miró a la lejanía y todo su 

ser fue un libro abierto.




Perdí las llaves del amor, no supe dárselo

Perdí las llaves de la confianza. Dudé

Perdí las llaves entre los murmullo de la 

brisa,  di crédito a los murmullos.

Perdí las llaves del dolor  y, abrí su 

corazón al dolor.

Perdí las llaves entre los susurros, no 

supe acallarlos

Perdí las llaves por no tener la fuerza 

suficiente, para luchar contra la envidia.


Perdí las llaves, por no despertar de mi 

ceguera.

Perdí las llaves, por no poder respirar ante 

el agobio.

Perdí las llaves, de la sonrisa que se borró 

en sus labios.

Perdí las llaves, de esa paz que necesitaba 

anidar.

Perdí las llaves, del perdón desconocido 

para mí.


El silencio cubrió las últimas palabras.

Lo siento amigo. Esas llaves tan especiales, 

solo se hacen una vez.

Lo sé. Ese es mi castigo.






León 24 Marzo 2011









sábado, 11 de abril de 2020

ANTES DE QUE CANTE EL GALLO






Te aseguro, Pedro, que antes de que el gallo cante, me habrás ...



ANTES DE QUE CANTE EL GALLO…



¿Nunca has mentido?

_No, jamás.

_¿Estás seguro?
_
Tú me conoces y sabes bien que nunca lo haría.

Hubo un momento de silencio y cada cual, 

sopesaba las preguntas y respuestas de forma 

diferente.

_¿Por qué no me crees?

_Es que tú mismo te has contradicho hace 

escasos minutos.

_¿Qué dije? –pregunté con expresión de estupor.

El silencio fue muy elocuente. Ninguno de los dos 

decía nada, no deseaban herirse mutuamente.

_¿Por qué no me dices claramente mi fallo? –volví 

a preguntar un tanto molesto.

Sentí sobre mí una mirada profunda, llena de 

tristeza y esto hizo que interiormente comenzara 

recapacitar sobre días pasados.



Era una tarde apacible. El sol suspendido en la 

lejanía, languidecía  con melancolía aquietando 

más las horas en una charla tranquila que 

prometía ser distendida. Caminábamos despacio, 

dando a cada paso el tiempo suficiente para 

responder la pregunta.

_¿Cómo vamos Pedro?

_Bien, a no ser por una persona que no deja de 

molestarme.

_¿Qué dice?

_Cosas sin fundamento alguno. Me acusa de ser 

desleal, un mísero egoísta y que soy capaz de 

vender mi alma al diablo, si con ello logró mis 

propósitos.
_
¿Por qué? Sino me equivoco, eres un hombre 

íntegro. Incapaz de mentir.

Pedro dejó escapar una risa socarrona. Después 

contestó:

_Todos tenemos algo que esconder.

 _¿Lo dices en serio? –preguntó con_¡Bah! Son 

cosas sin importancia.

_Depende de lo que tú llames “sin importancia”

_Tú crees que ¿tiene importancia negar algo que 

al fin y al cabo no me incumbe?

_Eso es no tener escrúpulos, ni conciencia –

replicó 

con seriedad.

Guardé silencio y traté de aparentar seguridad 

mirando a la lejanía. Me encontraba mal, 

enfadado 

conmigo mismo. En mi interior sabía que, había 

obrado malamente y a consecuencia de mis 

falsedades, un hombre sería acusado y lo más 

grave de todo ¡era inocente! Me sentí sucio por la 

forma tan ruin al poner en evidencia la honradez 

de un hombre y la forma tan despreciativa que 

tuve en el comentario que minutos antes dije.

Miré de soslayo a mi acompañante y le vi 

sosegado. Me reproché amargamente lo indigno 

que era el tener un amigo tan leal. Seguí 

observándole a hurtadillas mientras 

continuábamos caminado.

El sol nos había dicho adiós sin lamentos. Se 

marchó contento por habernos dado

Gratuitamente toda su grandeza con la que fue 

creado.

_Pedro, ¿estás muy callado?

La pregunta me cogió tan desprevenido que, 

instintivamente di un leve respingo.

_Sí, estaba pensando.

_¿Se puede saber lo que era?

_Nada significante, cosas mías del trabajo.

_Por tu silencio y lo callado que estas, me ha 

parecido que sí tenía interés.

_Créeme, no hay nada que merezca decir.

_¿Es cierto?-preguntó con suave amargura, 

mientras le miraba con expresión abatida.

Un ramalazo de dolor me recorrió el cuerpo. Todo 

en mí se desintegró y en un instante, algo se 

alejó a velocidad de vértigo hasta verme delante 

de una mujer que me estaba acusando. El sonido 

del claxon hizo que volviera a la realidad.

Sí, esa bocina era como el canto del gallo, 

acusándome de ser tan falso como lo fue otro Pedro.

¿Te pasa algo?

Oí la voz lejana y mirándole a los ojos dije:

_He retrocedido más de dos milenios para darme 

cuenta que sigo siendo el mismo.

¿Cuántas vidas me quedan aún para ser libre de seguir renegando?

  “…Apoderándose de Él, le llevaron e 

introdujeron en casa del sumo sacerdote, Pedro le 

seguía de lejos. Habiendo encendido fuego en 

medio del atrio y sentándose, Pedro también se 

sentó entre ellos.

Viéndole una sierva sentado a la lumbre y 

fijándose en él, le dijo:

_Este estaba también con Él

Él lo negó diciendo:
_No le conozco mujer.

Después de poco, le vio otro, y dijo:
_
Tú eres también de ellos.

Pedro dijo:

_Hombre, no soy.

Transcurrida cosa de una hora, otro insistió 

diciendo:

_Es verdad que éste estaba con Él, porque 

es Galileo.

Dijo Pedro:

_Hombre, no sé lo que dices.

Al instante hablando aún él, cantó el gallo. Vuelto 

el señor, miró a Pedro y Pedro se acordó de la 

palabra del Señor, cuando le dijo:

“ANTES QUE EL GALLO CANTE HOY, ME 

NEGARÁS TRES VECES”


R.P.intelectual 00/2011/3021











Semana Santa 2009