UN NACIMIENTO
Tenía que ver un nacimiento _me dije.
Me habían comentado que era muy original.
Estaba nevando y hacía mucho frío, pero a pesar de
todo tenía que ir.
Me senté a calzarme las botas y mientras lo hacía, la
imagen de mi abuela me vino claramente a la
memoria.
Poniéndose las madreñas cuando iba a ver un
nacimiento que había no muy lejos.
¿Quién pudiera tener ese calzado pisando la nieve
sin resbalarse? _pensé.
Con mucha precaución salí a la nieve que
cubría
todo. Llegué donde estaba el nacimiento. Era una
especie de establo y en una cuna entre pajas ¡Oh!
¡Qué maravilla! El niño Jesús solo, un rayo de luz le
iluminaba.
Dos pequeños rapaces vestidos como pastorcitos,
cantaban con alegría acompañados de una
pandereta una canción.
Estuve mirando el pesebre y al niño Jesús sin
moverme ni pestañear.
Una cosa tan simple, era lo que atraía a la gente a
verlo. Él era el principal y lo más importante de un
nacimiento.
Nació en un establo a las afueras de Belén, porque
nadie quiso acoger a sus padres, en la más completa
soledad.
El niño vino a darnos esa paz y ese amor del que
estamos tan apartados.
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Allí vino al mundo entre pajas, no había ni casas, ni
molino, ni montañas, ni un río con figuras pescando,
ni gente y, un gran palacio de Herodes. Nada como
ahora se representa en los nacimientos grandiosos y
con figuras muy bellas.
Su nacimiento nos recuerda que, no hace falta hacer
lo que nunca existió.
León-16-11-2017