EL SECRETO ESTA EN LA LLAVE

miércoles, 1 de noviembre de 2017

LAGRIMAS PARA UN RECUERDO


         



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               LÁGRIMAS  PARA  UN   RECUERDO



El día ponía ribetes de luto al despuntar la 

mañana que  estaba realmente triste. El cielo de 

color gris plomizo presagiaba lluvia. Ésta, no se 

hizo de esperar y de forma cadenciosa al 

principio, terminó por ser más que borrascosa.


El otoño lentamente y de forma subreptícia  se 

adueñaba de todo. Clima, paisaje y personas. La 

creciente oscuridad invadía las horas con un   

desaliento tan abrumador que, apelaba sin dilación 

alguna a buscar la forma de no caer en sus negras 

garras y sacar provecho. “El que se aburre, es 

porque quiere”dice un dicho popular. Será verdad 

cuando lo dicen tan alegremente; aunque el 

aburrimiento cuando se instala es  tan demoledor 

que, sino sabemos atajarlo a tiempo con alguna 

actividad que nos devuelva a la plena conciencia, 

“apaga y vamonos”,  como se diría vulgarmente.


Cuando llega la estación del otoño,  todo parece 

enmudecer y más cuando viene con esa decadencia 

que se refleja todo en lo que nos rodea. Clima y 

paisaje se dan la mano para recorrer los mismos 

caminos año tras año. Algunos, la miran de refilón 

porque a pesar de ser fuente inagotable para 

muchos en expresar su talento, en cambio para el 

resto hace que aflore la tristeza. Los días se van 

acortando y el sol cuando asoma, se escurre como 

un flan gelatinoso, haciéndonos guiños de 

complicidad.


El otoño, libera todos los colores de su paleta en 

gamas doradas y terrosas que, hacen la delicia de 

los que nos gustan los hermosos paisajes otoñales y 

también  el pintarlos.


Noviembre a veces, nos pille desprevenidos si el 

tiempo  ha sido benevolente, ya que tratamos de 

alargar ese verano que se fue y sólo nos queda un 

tostado-moreno que a duras penas tratamos de 

conservar  exponiéndolo a la vista aún sabiendo, sus 

consecuencias puesto que los días ya no son tan 

calurosos y un cuerpo tan “acalorado”, es un “festín” 

para los microbios que pululan a sus anchas dejando 

los consabidos catarros y algún que otro dolor de 

garganta; aunque días antes ramos de flores y toda 

clase de ornamentos fúnebres,  nos recuerdan de 

forma insistente a los que se fueron queramos o no 

tratemos de hacernos los despistados.                                                                                                                                                                                                                    
A mí particularmente, esos días tan luctuosos nunca 

me han gustado. La vida es muy dura y a diario se 

nos  recuerda regalándonos sucesos inesperados que 

nos llenan de tristeza. Cuántas veces quisiéramos 

cerrar los ojos y el abrirlos de nuevo, no toparnos 

con la  penosa realidad  que esa persona tan querida 

sí ha muerto.        


Los que de verdad hemos querido a los que un día 

esa “señora” se cruzó en su camino que, aguarda 

pacientemente nuestra hora, no hace falta que el 

mes de noviembre nos recuerde que es tiempo de 

llorar, de sentir el vacío que su marcha nos ha 

dejado.



Esos seres, estuvieron presentes en  nuestra vida de 

una u otra manera. Les amamos, fuimos 

inmensamente felices a su lado y es muy natural 

que nos cueste mucho trabajo él apartarlos de 

nuestro pensamiento; pero como todo es ley de 

vida, es necesario aceptarlo puesto que fueron un 

capítulo de nuestra vida al que tendremos que pasar 

hoja y asumir la realidad por muy cruda que ésta 

sea.


A igual que muchas personas, yo no soy una 

privilegiada. La muerte ha golpeado de forma brusca 

mi vida. Me he visto tan inmersa en mi dolor que, 

solamente la fuerza interior que poseo ha sido la que 

me ha ayudado a no sucumbir, ante ese desaliento 

tan hiriente.

*“La muerte es parte de nuestras vidas. Tenemos 

que sentarla a la mesa todos los días”

Por muy duro que nos resulte hay que saberlo 

encajar. No estamos solos. Cada segundo del día, se 


vierten cantidad de lágrimas por muertos que 

estaban ahí, el lugar que el destino nos tiene 


reservado. Accidentes, atentados, catástrofes etc. 

Amén, de las muertes naturales.

Dejemos que los muertos descansen en paz. Ellos, 

pasaron por nuestra vida y muchos de ellos, nos 

dejaron una huella que solamente el paso del tiempo 

pone una leve patina para que, nuestras lágrimas 

sean cariñosas y dulces cuando los recordemos y no 

nos encontremos tan solos.


*Frase del relato “Inquietudes de mí interior” (L. Z.)

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R.P. intelectual 00/2011/3021


León, 25 Octubre 2003







2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un escrito muy bonito y también de pena, gracias por acordarte de todos


Carol

Anónimo dijo...

Algún día nos tocará seamos prudentes




Berta