AGUA PARA TODOS
La tormenta se desató, como se dice, a comienzos
de la tarde. Los truenos eran tan ensordecedores,
que uno tenía que taparse los oídos, Los relámpagos
se engarzaban unos con otros, iluminando un oscuro
y negro cielo.
de la tarde. Los truenos eran tan ensordecedores,
que uno tenía que taparse los oídos, Los relámpagos
se engarzaban unos con otros, iluminando un oscuro
y negro cielo.
La lluvia no tardó en caer no despacio, acelerando su
caída cada poco, sino que los cielos se abrieron y
descargaron todo lo almacenado durante el caluroso
día.
Resguardada bajo un toldo, que había servido para
que el sol no diese directamente en las cosas de la
tienda, tuve la suerte de ser de las primeras en
llegar a ese refugio, así evité mojarme como las
últimas personas que corriendo llegaron y se
apretujaban unas contra otras, huyendo del fuerte
aguacero.
-¿No queríamos agua? ¡Pues toma! –dijo un hombre
con sorna.
-Pero no así! –dijo alguien en tono enfadado.
Como la quieres señora? Finita para que no se te
moje el peinado –respondió otro burlonamente.
-Mide tus palabras, joven.
-¡Ja!, que versada es la señora.
-Y tú por lo que veo, eres un descarado.
-¡Eh, eh! Sin insultar.
-Simplemente he dicho la verdad.
-Bueno, vale ya. –intercedió otra voz.
-¿Qué verdad señora?
-Mira jovenzuelo, no tengo ganas de seguir hablando.
-¿Sabe una cosa doña nada? No me gusta que me
llamen jovenzuelo.
-Perdón, señoría.
-¡Ya está bien! ¿Es que no pueden dejar de ser tan
machacones?-les volvió a reemprender el señor.
-¡Oiga! ¿Quién le dio a usted vela en este entierro? –
contestó el joven.
-Mira chico, si no eres capaz de cerrar la boca, te
largas de aquí. Solo faltaba esto, además de
mojarnos aguantar a este tipo.
La voz seca y autoritaria del hombre, calmó al joven.
Seguía lloviendo de forma tan fuerte que, poco a
poco la calle se cubrió por completo en una riada.
Las personas que estaban delante, tenían la ropa
muy mojada y en pocos minutos, los zapatos
quedaron casi cubiertos de agua.
-¡Oh Dios mío! ¿Qué vamos a hacer? No hay ningún
refugio a la vista, ni un portal.
-¡Arrea que te vas! ¡Lo que nos faltaba! ¡Vaya tafo
que hay! Alguien comió berzas hoy.
-¡Qué descaro! Tiene muy poca educación.
-Señora, no hay que tener educación para decir que
huele mal.
El ruido del trueno fue tan fuerte, que todos
enmudecieron.
-¡Oh Dios! –dijo la señora mayor haciendo la señal
de la cruz.
-Yo aquí no me quedo, entre este olor y, además me
estoy mojando igual.
Con grandes zancadas y chapoteando el joven
abandonó el grupo.
Se quedaron mirando la figura chorreante del
muchacho, hasta que se perdió al dar la vuelta en la
esquina.
Unos diez minutos más tarde, la intensidad de la
lluvia fue menguando hasta que poco a poco,
quedaron gotas sueltas. Uno tras otro se fueron
alejando hasta que me quedé sola. El cuerpo que
había estado aplastado en el escaparate, lo
despegué y haciendo una fuerte inspiración, llené los
pulmones del agradable y fresco ambiente que se
respiraba.
lluvia fue menguando hasta que poco a poco,
quedaron gotas sueltas. Uno tras otro se fueron
alejando hasta que me quedé sola. El cuerpo que
había estado aplastado en el escaparate, lo
despegué y haciendo una fuerte inspiración, llené los
pulmones del agradable y fresco ambiente que se
respiraba.
Miré a lo lejos y quedé extasiada de lo que mis ojos
veían. El arco iris con los siete colores y su
esplendoroso brillo, iluminó un cielo que abrían
paso antes las nubes, para mostrar la grandeza del
regalo.
No me cansaba de mirar, hasta que me dijo adiós en
un susurro.
León 24 Octubre 201
3 comentarios:
Bonito artículo sobre el chaparrón, me ha gustado mucho por la forma de hablar los personajes
Alicia
Me ha gustado la "charla" que tuvieron a causa del chaparrón
Julio
Dice el refrán , " que nunca llueve a gusto de todos", será verdad?
Alfredo
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