EL SECRETO ESTA EN LA LLAVE

miércoles, 1 de mayo de 2019

Y, CONOCÍ A MARÍA




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Y   C O N O C Í   A   M A R Í  A




Hace tiempo que la conocía de vista, cuando  

iba a llevar o recoger a mis hijos al colegio. 

Nunca llegaba sola, sino que siempre venía 

acompañada de tres o más mujeres.

Recuerdo, que lo que más me llamaba la atención 

de ella, era su vivacidad. Hablaba sin parar, 

accionando sus brazos y, sus pequeñas manos, 

describiendo son movimientos rápidos, toda una 

gama de expresividad, acorde con las palabra que 

de su boca salían.


Su pequeña estatura no era óbice alguno para 

sobresalir en el grupo, puesto que su locuacidad, 

unida a su eterna sonrisa, hacían de ella el centro 

de atención.

Yo, a escasos metros de ellas, no podía por menos 

de sustraerme a esa reunión tan informal, como 

divertida a juzgar por las risas. Otras veces, 

debían de comentar o plantear asuntos más serios, 

puesto que sus razonamientos eran más 

vehementes.

Tengo que advertir, que todo esto son 

suposiciones mías, ya que desde dónde yo estaba, 

no las podía oír, sino simplemente observarlas.

Por espacio de varios cursos, invariablemente 

todo se repetía. Ella, liderando un grupo con su

esplendorosa sonrisa y su personalismo estilo en 

llevar la batuta; y yo, en la esquina, callada y 

mirándolas de vez en cuando.


Cuando mis hijos cambiaron de colegio, para 

seguir la enseñanza superior, ya no la veía tanto, 

pero como vivía cerca de donde yo resido, alguna 

que otra vez la encontraba por la calle y seguía 

estando tan vital. Ni que decir tiene, que 

continuaba con su verbosidad convincente,  

puesto que era escuchada con atención

Pasó el tiempo y con él, se fueron además de mi 

juventud, proyectos, amigos y un largo etc. De 

cosas que sólo quedan como un efímero recuerdo 

en la memoria. Todo se fue eclipsando como la  

imagen de María. Hasta que un día la vi.


 Se ayudaba de unas muletas para poder andar. La 

verdad, es que no le di demasiada importancia.
-“Una caída tal vez  pensé sin más.

Nunca me pude imaginar lo que, soterrada

mente estaba incubando su menudo cuerpo.

Cuando la volví a ver después de un tiempo, 

llevaba con ella además de un aparato con ruedas 

para  poder andar, una joven acompañándola. 

Como es natural,  me quedé observándola 

totalmente desconcertada al verla tan desvalida.

Meses más tarde, me tuve que someter a una 

operación y un día, mi tía que había ido a verme, 

me dijo que iba a ver a una persona que estaba 

ingresada en la misma planta. Se fue y al poco

tiempo entró y me dijo:

-Mira quién te viene a ver  -y dejó la puerta 

abierta esperando a que entrar alguien que se hizo 

de esperar.

Yo  acostada en la cama, pensaba quién podía ser 

y por qué tardaba tanto en pasar. Al fin la vi entrar.

Era María, quien apoyada en su “carrito” y con su 

eterna sonrisa, venía a verme.

Por lo visto mi tía era amiga de sus padres.Más 

tarde, por ella supe lo que poco a poco, destruía el 

pequeño cuerpo de María. El mal se expandía sin 

piedad alguna, en ramificaciones generando con 

ello, una drástica destrucción de todo lo que 

encontraba a su  paso. Ese día conocí a María.

Una mujer que llevaba su fatal destino con gran 

dignidad y valentía. Su gran tenacidad en no darse 

por vencida era ecuánime. Y su dolor, lo dejaba 

en lo más recóndito, cuando la encontraba por la 

calle y, reafirmando su sonrisa en un gesto 

sosegado y sin resquemor alguno, me saludaba 

con su particular encanto.


¿Qué era de  María que yo conocí? Todo un 

torbellino lleno de vitalidad. Risueña y pletórica 

de alegría, había dejado paso a un ser trágico, 

neutralizando su juventud en un agónico 

sufrimiento que la minaba su cuerpo 

desaforada mente.

¿Qué era de sus sueños e ilusiones? ¿Tuvo tiempo 

de realizarse? ¿Había encontrado la felicidad en 

su dolor? ¿Qué esperaba cuando nacía un nuevo 

día? ¿Estaba dolida con lo que le había deparado 

el destino? ¿Lo había aceptado?

Son preguntas que quedarán en el aire. Nunca 

podré hacérselas por su crudeza.

Hace años que no la veo. No sé si vive o, sacó 

billete para ese tren que jamás retorna.

Estés donde estés, quiero que sepas María lo 

mucho que te admiraba cuando día a día, te veía a 

las puertas del colegio, con tu sana alegría y, lo 

mucho que he pensado en ti.

En tu soledad, en tu dolor y en tu esforzado ánimo 

para arrostrar ese mal que carcome tu cuerpo.


Gracias María, por todo lo que me has enseñado.



 

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r.p. 00/2008/1320



León-12-6-2000



7 comentarios:

Anónimo dijo...

Que hermoso relato, es sublime me gustó mucho



Sara

Anónimo dijo...

Una mujer llena de amor y, con mucha esperanza sabiendo cómo estaba


Sagrario

Anónimo dijo...

Has regalado el artículo más hermoso, gracias


Rebeca

Anónimo dijo...

En el mundo ocurren cosas difíciles de creer y olvidar, gracias por deci8rlo


Antonio

Anónimo dijo...

He llorado al leer estas hermosas palabras, me han llegado al corazón, gracias



Pacita

Anónimo dijo...

No tengo palabras para decirte muchas gracias. Al leer el artículo mis lágrimas han bajado lentamente como si quisieran estar ahí




Susana

Anónimo dijo...

Que estés en un lugar lleno de amor, tú lo mereces


Pilar