L A ENVIDIA QUE NOS REVIENTA
No pude por menos que soltar
una carcajada. El motivo de mi acto tan espontáneo se debía a un párrafo que
estaba leyendo. Decía: “...Dos viajeros descubren a lo lejos una
extraña figura y exclama uno de ellos: ”Allí veo la envidia”. _”A España hemos
llegado –responde
el otro.” El libro es de Carlos Fisas y hace mención a lo escrito
por Baltasar Gracián en el “Criticón”.
La fama que nos hemos ganado,
no es para menos.
La envidia que tenemos nos revienta cada minuto de
nuestra
existencia.
Nos molesta que nuestra
capacidad de trabajo no
sea valorada con todos los parabienes que
merecemos y
sin embargo, sí lo hagan con otro del
que jamás hemos oído hablar.
Nos fastidia que Fulano ocupe
un puesto que, a
nuestro entender, no se merece. Opinamos que no
está
cualificado y el cargo estaría mejor en manos
de Mengano, aunque en nuestro interior, bien
sepamos, que es más
digno el primero que el
segundo. Pero como siempre, la maldita envidia nos
nubla la razón.
La envidia, en toda su
extensión, ha sido y es,
motivo de distintas batallas en el seno del género
humano. Unos tenemos hacía ella más inclinación
que otros, y basamos cada acto
de nuestra vida, en
deshacer la felicidad de nuestros semejantes,
simplemente
porque nuestro ofuscado seso gris, no
ha sido cultivado con las semillas
adecuadas, es
decir, las de la
sinceridad.
La envidia, dicen, es más de
mujer que de hombre.
En tal caso yo bogo un poco por nosotras, ya que
como
mujer que soy, creo que nuestra envidia es
más leve, y se circunscribe más
que nada a cosas
tan banales que, a mí particularmente, me causan
risa: la
moda, la figura y un sinfín de
insignificancias, que sirven de parolero entre
las
féminas dura nuestros ratos de ocio.
En los hombres, al no haber
trapos ni centímetros de
más, su envidia va por
cauces mucho más
profundos. Los negocios y el trabajo, suelen suscitar
en lo más recóndito de ellos ese virus, que la
mayoría de las veces no saben
destruir, y les estalla
de forma
incontrolada en palabras o hechos que
derivan de una palabra: la envidia.
Pero, aún así, de ninguna
manera quiero que se
piense, que nosotras seamos unas santas y que
carguemos la
culpa a los hombres. Como en botica:
hay de todo.
La envidia es un mal endémico,
llames mole así, que
siempre ha existido y que lejos de erradicarlo, cada
día
lo alimentamos más y más.
Basta cualquier cosa, para que
nuestro ego
envidioso explote y hagamos toda una exhibición
en
ese menester tan ruin.
¿Por qué no admitimos que
somos unos envidiosos
de tomo y lomo? Si así fuera, cuántas energías nos
ahorraríamos.
00/2008/1318
León, 27 Febrero 1998
2 comentarios:
No sé porque somos tan envidiosos, ¿qué ganamos con ello?
Nieves
¿Por qué siempre somos las mujeres las envidiosas? creo que hay un poco de ellas, pero si te paras a pensar, creo que hay también hombres
Adriana
Publicar un comentario