EL SECRETO ESTA EN LA LLAVE

sábado, 15 de julio de 2017

MI BARRIO


                          

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                   MI  BARRIO



El sol caía de plano sobre la ciudad. Julio, con sus 

tórridos días y noches refrescantes, es sin duda el 

más caluroso en León.

En el jardín en el cual yo me encontraba, todos los bancos y rincones que ofrecían protección de los ardientes rayos, estaban ocupados por gente de toda edad  y condición.

Mis horas de ocio, las ocupaba en leer un libro. Ni las charlas, voces y ruidos, eran capaces de apartarme de mi lectura.
Cerca de mí, dos mujeres ejecutaban con extraordinaria rapidez, unas interminables obras de punto. De vez en cuando, sus miradas se alzaban para observar a sus retoños que a unos pasos de ellas, jugaban con gran regocijo en un montón de arena. Pronto surgió la confianza entre ella y, sin dejar sus labores comenzaron a charlar.
Yo seguía sumergida en el relato.

De pronto, a mis oídos llegó una afirmación tan rotunda y dicha con tanta satisfacción, que no pude por menos de levantar mis ojos y dirigirlos a la mujer que había tenido con sus palabras, la suficiente fuerza para que yo, dejara de leer.

 “Yo soy del barrio de Santa Marina”
Esas habían sido sus palabras.

Cerré el libro, y una gran nostalgia me invadió. Yo también era de ese barrio. Allí nací, me crié, jugué y me había casado en su maravillosa iglesia de Santa Marina la Real.

Sin darme cuenta, comencé a evocar todos esos años desde que nací, hasta que me fui de allí. Habían sido los más extraordinarios de mi vida.

Faltaban pocos días para el dieciocho. El día grande de ese popular barrio.
Mi memoria retrocedió muchos años atrás. Las fiestas que se celebraban por esas fechas, estaban revestidas de gran solemnidad y, ¡cómo no! De mucha alegría y diversión.
Indudablemente, quienes mejor nos lo pasábamos, éramos nosotros, los chavales, niños, críos...

Con una semana de anticipación, los “mozos” del barrio recorrían casa por casa, pidiendo unas pesetillas con las que luego, compraban gran cantidad de papel de diversos colores y confeccionaban multitud de cadenetas.
La imaginación y variedad, era puesta con gran ilusión en las grandes tiras de más tarde, adornaban las calles y plazas.

Para la chiquillería del barrio, la fiesta empezaba cuando los “mozos”, haciendo una gran demostración de valentía, subían por largas escaleras y colocaban un inmenso arco elaborado con ramas y cubierto de banderas, en la puerta de la iglesia y otro, en el arco de San Pelayo o de la cárcel, como vulgarmente lo llamábamos los que vivíamos en esa zona. Así como multicolores tiras de banderines, representando variedad de formas y estilos.

Los recuerdos se agolpaban en mí con inusitada rapidez. No es de extrañar, lo bueno permanece y cuando es tiempo de recordar, todo emana con premura. Mi remembranza era tan nítida como fiel, ya que a pesar del tiempo transcurrido, vino a mi mente otra singularidad.

Días antes, mujeres de la barriada, haciendo uso de todo su coraje, barrían y fregaban la iglesia con denuedo hasta dejar el piso de madera tan blanco, como si de  nuevo se tratara.
Nosotros, los pequeños, no nos perdíamos ese maratón de limpieza y entrábamos cada dos por tres, a inspeccionar lo que habían fregado y lo que aún les quedaba.

La iglesia, limpia como una patena, ofrecía a nuestros ojos la pureza inmaculada digna de todos nuestros respectos.
La brillantez de los actos que ese día se celebraban, hizo que recordara a un hombre al que siempre tuve un gran afecto y cariño: el párroco de la iglesia,  Don Gregorio muerto hace tiempo y que estoy segura, muchos feligreses todavía le tienen en su recuerdo.

Los concursos para los niños, las carreras de sacos y de cintas para los jóvenes, con su mazapán como premio, la piñata, que tantas risas  provocaba y las monumentales verbenas en la plaza de Santo Martino, son cosas que jamás olvidaré.
Alejé mis pensamientos del barrio de Santa Marina.

 -Estoy por asegurar  -pensé-  que ésta mujer cuando fue joven, más de una vez cantó con sus amigas esas estrofas que decían:

“Somos de Santa Marina / la gente más fina / que habita León.
O ésta otra:
 “Por eso las chicas guapas cuando se van a acostar dejan la ventana abierta por si alguien las va a rondar”.

Suspiré con lentitud. Los años pasaban e irremediablemente todo se perdía. Todas esas cosas que antes nos hacían felices, porque no pedíamos más, ahora ya no se valoran.













R.P.intelectual 00/2008/1318


León 12 Mayo 1982

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Un hermoso artículo de las fiestas, gracias


Merce

Anónimo dijo...

Es muy interesante todo lo que cuentas, debió ser magnífico



Carmen


Anónimo dijo...

¡ Qué artículo más precioso! lo he leído más de una vez y pienso en todas esas personas que tuvieron la suerte de haberlo visto gracias


Eva

Unknown dijo...

Hermoso relato!