GETSEMANÍ
“ABBA,
PADRE, TODO TE ES POSIBLE, ALEJA
DE MÍ ESTE CÁLIZ; MAS NO SEA LO QUE YO
Jesús, hombre como nosotros, lanzó un grito de
angustia y manifestó la
repugnancia natural de su
ser hacia el dolor, la humillación y la muerte. Pero
la voluntad del Padre, era que bebiera de aquél cáliz
y Jesús lo aceptó.
En
Getsemaní, Jesús oró y sufrió. La oración fue su
único apoyo, su consuelo y su
refugio.
Se encontraba en la hora de su pasión y de su
muerte.
“ORAD PARA QUE NO ENTREIS EN TENTACIÓN”
Les
dijo a sus Apóstoles. Por tres veces se
había acercado a ellos y les había
encontrado
dormidos. La fatiga de una jornada llena de
hechos cargados de
emoción, se había unido a
los trágicos acontecimientos que ellos intuían
inevitables. Jesús les había invitado
insistentemente a la oración, ante la
difícil
misión que les esperaba.
“VED AQUÍ, QUE YA SE ACERCA LA
HORA , Y EL
HIJO DEL HOMBRE VA A SER ENTREGADO EN
MANOS DE PECADORES”
Les
dijo a sus discípulos, pues se cercaba la
hora de la amargura, de la tristeza,
del
abandono y el sufrimiento. El cáliz no podía ser
bebido sin sacrificio.
“SI ERA POSIBLE, PASARA DE ÉL AQUÉL CÁLIZ”
Suplicó
al sentir el temor y la angustia. El
sufrimiento cruel y el estado de
extenuación de
su cuerpo, hizo que sudara gotas de sangre.
La agonía
de Jesús en el huerto de Getsemaní,
manifiesta su extraordinaria capacidad de sufrimiento
y de dolor.
¡Qué
lejos estamos nosotros de soportar el más
mínimo dolor! Nos acobarda, nos
aterra el saber
o percibir que algo falla en nuestro cuerpo.
Nuestra fragilidad
la notamos cuando se
manifiesta y es tal el temor que nos infunde
pensar en el
sufrimiento que nos espera, que la
mayoría de las personas regresamos a esa fe
perdida, esperando que Dios sea generoso y
aleje de nosotros ese cáliz que
tanto nos amarga.
Cuando vemos que no obtenemos ese
privilegio,
nos desmoralizamos y somos incapaces de ver o
sentir en lo más
profundo de nuestro ser, que es
una de las muchas pruebas que Él nos envía. En
vez de aceptarlo, nos revolvemos y hasta
maldecimos su Nombre. No admitimos
bajo
ningún concepto, haber sido engañados por
alguien que nos da, lo que no
deseamos.
Buscamos
el consuelo en la familia o en los
amigos, pero esto rara vez nos lo pueden
dar.
Saben que el dolor y el sufrimiento es algo que
jamás se puede eludir.
En resumen:
Nunca seremos capaces de aceptar el
beber de ese cáliz porque nuestra fe se
está
perdiendo. Carecemos de esos valores espirituales
que no restan ni un
ápice a nuestra integridad y sí
nos ayudan a poder afrontar nuestro destino.
León 15,
Enero 1998
4 comentarios:
¡¡¡PRECIOSA!!!
Carla
Los artículos de Semana Santa, son siempre muy emotivos
Maura
La Semana Santa nos avisa de que todos los creyentes pensemos en que todo en esta vida acaba, seamos justos
Josefina
Un artículo muy emotivo y reflesivo
Rafael
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