PASO OBLIGADO
¿Adónde
van? ¿Qué piensan? ¿Tienen problemas? ¿Son felices? Estas preguntas me las hacía sentada en un
banco, mientras examinaba a las personas
que, paradas no muy lejos de mí, esperaban poder cruzar la calle por un paso de
peatones.
Cuando la
luz verde se encendía, pasaban rápida o lentamente y se perdían de mi vista.
Era gente normal y corriente que por una causa u otra, transitaba por esa zona.
En el poco tiempo que allí permanecí, me entretuve en analizar a mi aire, lo
que reflejaba cada uno de sus semblantes.
Una
señora de mediana edad, con una bolsa en cada mano, inició sus pasos. Iba
muy pensativa. Durante los pocos metros
que le separaban de la otra acera, mantuvo su vista baja.
Concentrada
en lo que bullía por su mente, no
reparaba en nada que no fuera lo que la mantenía tan ensimismada. Tal vez tenga
problemas de índole monetario –me dije o quizás, la causa resida en algo más
personal.
Un
hombre bastante mayor, hizo que le prestara toda mi atención. Encorvado,
apoyaba su endeble cuerpo sobre un bastón.
Despacio, y mirando de
soslayo a ambos lados, como si temiera ser embestido por algún coche, comenzó
su periplo. Apenas levantaba los pies del suelo, y su paso titubeante me hizo
presagiar que la luz verde del semáforo, cambiaría antes de que llegase al otro
lado.
Observé su figura decadente. Los
años no perdonan –pensé-. Ese cuerpo años atrás, había estado lleno de energía
y hoy apenas podía tenerse en pie.
¿Cuál era su meta? ¿Hacía dónde
iba? ¿Le estaba esperando alguien?
La
joven, con paso firme y decidido, hizo que reparara en ella. Su amplia sonrisa
daba a entender lo feliz que se encontraba y su airoso caminar, eclipsaba todo
lo que le rodeaba. Era muy guapa y
consciente de ello, regalaba su don de la mejor forma que sabía: mostrando su
encanto.
¿Qué le
hacía tan dichosa? –me pregunté- ¿El saberse hermosa? Cuando pasó muy cerca de
mí, fijé mis ojos en los de ella y creo que encontré la respuesta: estaba
enamorada y era correspondida.
El muchacho
que atravesaba ahora el paso, iba muy pensativo. Sus manos las metía hasta el
fondo de los bolsillos del pantalón. De vez en cuando, miraba mecánicamente. Se
le notaba una gran preocupación. Algo anda mal –noté. Advertí que a pesar de su juventud, su rostro iba más
en consonancia con una madurez impropia de su edad.
“Olvídate de todo y disfruta del día. Estas horas
jamás volverán y debes sacar el mayor provecho de ellas. No dejes que se
pierdan” –murmuré mientras mis ojos seguían sus rápidos pasos.
Cuando
abandonaba mi observatorio, un grupo de niños con sus enormes mochilas a la
espalda, se pararon ante la luz roja. Sus risas y voces, hicieron que les
mirara de pasada.
-“Gracias a Dios, éstos no tienen
aún de qué preocuparse. La vida les sonríe y sus problemas, son por ahora, una
pequeñez. Que su ansia de ser mayores, no les robe nunca la niñez”
R.P.00/2008/1319
León, 18
Mayo 1998
8 comentarios:
Todos vamos alguna parte, en esta vida es ir de un lugar a otro
Carolina
caminante hay camino, pero algunos no lo hacen
Felipe
Eres muy observadora y plasmas mejor lo que crees que piensan
Pablo
Es una delicia leer tus artículos me encantan
Merce
Todas las personas cuando van caminando llevan su pensamiento muy ocupado
Monse
¿Me gustaría saber en lo que van pensando cuando van solas?
Angelina
Esta vida es un constante caminar, vamos de aquí para allá unas veces de paseo y otras por necesidad
Raquel
Caminar y caminar, ese es nuestro destino si queremos llegar algún lugar, muy bonito
María M.
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