E L E N C A R G O
Roberto
caminaba por la estrecha acera feliz y
“contento como unas Pascuas”, sin
percatarse apenas de los empujones que recibía de las personas, que con prisa o
sin ella, invadían su alegre marcha.
Silbando una alegre melodía, proseguía su
caminar
ignorando por completo la poca consideración de la
gente que carecía de
lo que llamamos “buenos
modales”Su estado tan eufórico, se debía a que
después de unos años haciendo de mediador entre sus dos tíos, éstos habían
claudicado y se comprometían firmemente a vivir juntos.
Había sido una tarea ardua y
tremendamente
complicada, ya que ninguno de los dos, como buenos tozudos que
eran, daban su brazo a torcer. Roberto con exquisito tacto, había conseguido en
años de tolerancia paciencia, conversaciones y visitas a ambos en sus
respectivas viviendas, un imposible. Un adjetivo que su mujer le repetía cada
vez que él, le mencionaba que iba a estar con sus tíos para ver si se habían
puesto de acuerdo. Hoy por fin, le habían dado la mayor alegría.
Roberto adoraba a sus tíos ya que su
padre, hermano de ambos, había muerto siendo él pequeño. Ellos le dieron su
afecto, cariño y una buena carrera, cosa que su madre agradeció siempre, pues
como ella decía:”Un padre es
imprescindible para la buena educación de un muchacho”.
A falta de uno, encontró dos que le
dieron todo
cuanto necesitó.
Los dos solteros por vocación, vivían
cada uno en su casa. Uno en un pequeño apartamento en el mismo centro de la
ciudad y el otro, en una casa de las afueras.
El del apartamento, no estaba dispuesto a
vivir tan
lejos, que él era de ciudad y que no podía renunciar
así como así, a
lo que había sido toda su vida.
Por parte del otro, las mismas
argumentaciones, sólo que con más énfasis al elogiar un modo de vida mucho más
sano, ya que al vivir fuera de las aglomeraciones, ésta adquiría una dimensión
más satisfactoria al estar fuera de tantas agresiones que recibe el organismo
como: humos, poluciones y un larguísimo etc.
Hicieron un pacto y se comprometieron
firmemente a llevarlo a cabo. El de la ciudad viviría durante un cierto tiempo
en casa de su hermano Ismael. Después de pasado ese tiempo sería a la inversa.
Cada uno de ellos apostaba por su medio
de vida y
Roberto, sólo pudo quedar al margen y esperar a que se resolviera favorablemente
y que uno de los dos claudicara. No tenía favoritismo alguno, sólo deseaba que
vivieran juntos.
Valentín se trasladó a las afueras donde
vivía su
hermano. Los días comenzaron a pasar. Era todo un
reto para ambos.
Al principio Valentín se aburría y las
horas se
alargaban desmesuradamente. Su hermano, viendo
que iba a perder,
comenzó a sugerirle cosas que en l
a ciudad no podía hacer. Podrían ir a pescar
al río
que pasaba no muy lejos de la casa. Caminar para
hacer ejercicio y así,
mantener las articulaciones en
forma mientras aspiraba la pura naturaleza.
Los primeros días Valentín pensó que le
iba a dar un
infarto al someter su cuerpo a tales excesos, puesto que sus
“caminatas” en la ciudad, eran desde su casa al casino, donde se pasaba las
tardes cómodamente sentado, jugando las consabidas partidas con sus amigos.
Las excursiones por el monte recogiendo
plantas
medicinales le dejaban tan extenuado, que a punto
estuvo de decir a su
hermano que para él ya era
bastante, que abandonaba. Pero no lo hizo al
comprobar los resultados tan óptimos en su cuerpo.
Dormía como un bebé sin tener que hacer
uso de pastillas. Sus piernas, flojas y pesadas, adquirían día a día, una mayor
resistencia y el dolor en sus articulaciones era menor.
El tiempo acordado tocó a su fin y
Valentín optó por
quedarse a vivir con su hermano. El tiempo pasaba y
la
armonía y compenetración eran muy buenas, pues
a pesar de tener gustos y
caracteres muy definidos y sus consabidas manías, eran ante todo hermanos y, no
ignoraban lo mucho que su sobrino les quería y lo que había luchado para que
vivieran juntos. De una manera u otra se necesitaban. Comprendían que era una
bobada vivir cada uno por su lado, pudiendo estar más unidos.
Valentín se admiraba de lo mucho que
estaba aprendiendo a desvalorizar todo lo que había considerado importante.
Ismael por su parte, se consideraba un
hombre feliz ya que los años pasaban raudos y la soledad llamaba de vez en
cuando a su puerta. Ahora, con Valentín a su lado, daba gracias a Dios por lo
bien que se habían adaptado. Sus perspectivas vejeces no serían tan tristes.
Roberto se disponía a salir, cuando el
teléfono
comenzó a sonar.
__Hola Bertín. Soy Ismael. Hoy sin falta
te pasas por
aquí. Tenemos algo que encargarte.
__Está bien, pero hasta la tarde no
puedo. Hasta
luego.
Mientras caminaba hacia su trabajo,
Roberto se
preguntaba:
-¿Qué
querrán encargarme? No hace mucho les llevé todo cuanto necesitaban para el
mes. No sé que puede ser”.
__Aquí
me tenéis ¿Qué recado os tengo que hacer?
__Hola muchacho. Nos vas a comprar un
telescopio__¿Qué? ¿He oído bien?
__Sí, hijo sí. Un telescopio.
__¿Y para qué queréis eso?
__Vaya pregunta más tonta ¿Tú qué crees?
Para
mirar por él.
__¿Y se puede saber, qué es lo que vais a
ver?
__Pues todo lo que nuestros ojos no
pueden ver más allá de la carretera. Aquí tienes un cheque en blanco. Cómpralo
bueno, ya sabes, de largo alcance y no
tardes en hacerlo.
Pasó el tiempo y Roberto se extrañaba que sus tíos
no dieran señales de vida, aunque
por un lado no era de extrañar, ya que desde que les hizo la compra del
telescopio, se habían olvidado por completo de todo, incluso de él.
-“Voy
a hacerles una visita y de paso, veré por qué ese interés en tener ése
aparato”.-se dijo mentalmente mientras
ponía el coche en marcha. La
verdad, era que le tenía muy intrigado.
Abrió la puerta y de dirigió a la galería, puesto que
era la
pieza de la casa donde habitualmente estaban
sus tíos por ser la más soleada,
acogedora y, la que
mejores vistas ofrecía.
Como era de esperar, allí estaban y tan absortos que no se
dieron cuenta de la presencia de su sobrino.
Valentín estaba pegado al telescopio mirando,
mientras que
su hermano, reloj en mano, parecía
llevar el tiempo.
__¡Qué hermosa es! Ahora se dirige a la orilla del río. Parece una reina ¡Qué porte! ¡Qué elegancia en su
caminar! ¡Es tan blanca! ¡Se
va a bañar! -exclamó con gran alborozo.
__Tú mira y calla. No hagas comentarios que me
pones
nervioso. Te quedan unos segundos.
__¿Se puede saber, qué es lo que miráis? -preguntó
Roberto de improviso, rompiendo con
su voz el
encanto en el que se hallaban inmersos sus tíos.
__Qué importuno eres
-dijo Ismael algo molesto por
la interrupción tan sorpresiva de su
sobrino.
__¿Puedo mirar yo?
-les preguntó Roberto con aire de inocencia.
__Claro -le contestó
Valentín al tiempo que le
dejaba su sitio.
Roberto se acercó y sus ojos se posaron sobre lo que
había
causado tanta admiración a su tío y ahora a él,
que también le dejaba perplejo.
__¡Si es una paloma!
-exclamó asombrado.
__¿Y qué esperabas ver? ¿A la Mata Hari en mejores
años? No te fastidia éste viejo verde.
R.P.00/2015/1710
León, Diciembre 1991
8 comentarios:
bonito relato el de dos personas que son felices con ver algo normal
Carla
Es maravilloso ver como dos personas, se maravillan de algo tan normal
Angelina
Un precioso relato de algo que nos sorprende por su naturalidad
Raquel
¡¡¡Uh!!! que bonito, una cosa tan normal y ellos la convirtieron en una preciosidad
Jorge
Relato fluido y con final inesperado. Muy bien
jav
Un final maravilloso y muy precioso
María
Un relato divino me gusta cómo está escrito
Julio
Relatos así de bonitos te llenan al ver que una simple paloma es lo más hermoso que ven
Sofia
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