EL SECRETO ESTA EN LA LLAVE

sábado, 21 de mayo de 2016

EL ENCARGO


E L    E N C A R G O

 

Roberto caminaba por la estrecha acera feliz y 

“contento como unas Pascuas”, sin percatarse apenas de los empujones que recibía de las personas, que con prisa o sin ella, invadían su alegre marcha.
Silbando una alegre melodía, proseguía su caminar 
ignorando por completo la poca consideración de la 
gente que carecía de lo que llamamos “buenos 

modales”Su estado tan eufórico, se debía a que después de unos años haciendo de mediador entre sus dos tíos, éstos habían claudicado y se comprometían firmemente a vivir juntos.
Había sido una tarea ardua y tremendamente 
complicada, ya que ninguno de los dos, como buenos tozudos que eran, daban su brazo a torcer. Roberto con exquisito tacto, había conseguido en años de tolerancia paciencia, conversaciones y visitas a ambos en sus respectivas viviendas, un imposible. Un adjetivo que su mujer le repetía cada vez que él, le mencionaba que iba a estar con sus tíos para ver si se habían puesto de acuerdo. Hoy por fin, le habían dado la mayor alegría.

Roberto adoraba a sus tíos ya que su padre, hermano de ambos, había muerto siendo él pequeño. Ellos le dieron su afecto, cariño y una buena carrera, cosa que su madre agradeció siempre, pues como ella decía:”Un padre es imprescindible para la buena educación de un muchacho”.
A falta de uno, encontró dos que le dieron todo 
cuanto necesitó.
Los dos solteros por vocación, vivían cada uno en su casa. Uno en un pequeño apartamento en el mismo centro de la ciudad y el otro, en una casa de las afueras.
El del apartamento, no estaba dispuesto a vivir tan 
lejos, que él era de ciudad y que no podía renunciar 
así como así, a lo que había sido toda su vida.
Por parte del otro, las mismas argumentaciones, sólo que con más énfasis al elogiar un modo de vida mucho más sano, ya que al vivir fuera de las aglomeraciones, ésta adquiría una dimensión más satisfactoria al estar fuera de tantas agresiones que recibe el organismo como: humos, poluciones y un larguísimo etc.
Hicieron un pacto y se comprometieron firmemente a llevarlo a cabo. El de la ciudad viviría durante un cierto tiempo en casa de su hermano Ismael. Después de pasado ese tiempo sería a la inversa.
Cada uno de ellos apostaba por su medio de vida y 
Roberto, sólo pudo quedar al margen y esperar a que se resolviera favorablemente y que uno de los dos claudicara. No tenía favoritismo alguno, sólo deseaba que vivieran juntos.
Valentín se trasladó a las afueras donde vivía su 
hermano. Los días comenzaron a pasar. Era todo un 
reto para ambos.
Al principio Valentín se aburría y las horas se 
alargaban desmesuradamente. Su hermano, viendo 
que iba a perder, comenzó a sugerirle cosas que en l
a ciudad no podía hacer. Podrían ir a pescar al río 
que pasaba no muy lejos de la casa. Caminar para 
hacer ejercicio y así, mantener las articulaciones en 
forma mientras aspiraba la pura naturaleza.
Los primeros días Valentín pensó que le iba a dar un 
infarto al someter su cuerpo a tales excesos, puesto que sus “caminatas” en la ciudad, eran desde su casa al casino, donde se pasaba las tardes cómodamente sentado, jugando las consabidas partidas con sus amigos.
Las excursiones por el monte recogiendo plantas 
medicinales le dejaban tan extenuado, que a punto 
estuvo de decir a su hermano que para él ya era 
bastante, que abandonaba. Pero no lo hizo al 
comprobar los resultados tan óptimos en su cuerpo.
Dormía como un bebé sin tener que hacer uso de pastillas. Sus piernas, flojas y pesadas, adquirían día a día, una mayor resistencia y el dolor en sus articulaciones era menor.
El tiempo acordado tocó a su fin y Valentín optó por 
quedarse a vivir con su hermano. El tiempo pasaba y 
la armonía y compenetración eran muy buenas, pues 
a pesar de tener gustos y caracteres muy definidos y sus consabidas manías, eran ante todo hermanos y, no ignoraban lo mucho que su sobrino les quería y lo que había luchado para que vivieran juntos. De una manera u otra se necesitaban. Comprendían que era una bobada vivir cada uno por su lado, pudiendo estar más unidos.
Valentín se admiraba de lo mucho que estaba aprendiendo a desvalorizar todo lo que había considerado importante.
Ismael por su parte, se consideraba un hombre feliz ya que los años pasaban raudos y la soledad llamaba de vez en cuando a su puerta. Ahora, con Valentín a su lado, daba gracias a Dios por lo bien que se habían adaptado. Sus perspectivas vejeces no serían tan tristes.
Roberto se disponía a salir, cuando el teléfono 
comenzó a sonar.
__Hola Bertín. Soy Ismael. Hoy sin falta te pasas por 
aquí. Tenemos algo que encargarte.
__Está bien, pero hasta la tarde no puedo. Hasta 
luego.
Mientras caminaba hacia su trabajo, Roberto se 
preguntaba:
-¿Qué querrán encargarme? No hace mucho les llevé todo cuanto necesitaban para el mes. No sé que puede ser”.
__Aquí me tenéis ¿Qué recado os tengo que hacer?
__Hola muchacho. Nos vas a comprar un 
telescopio__¿Qué? ¿He oído bien?
__Sí, hijo sí. Un telescopio.
__¿Y para qué queréis eso?
__Vaya pregunta más tonta ¿Tú qué crees? Para 
mirar por él.
__¿Y se puede saber, qué es lo que vais a ver?
__Pues todo lo que nuestros ojos no pueden ver más allá de la carretera. Aquí tienes un cheque en blanco. Cómpralo bueno, ya sabes, de largo alcance y no 
tardes en hacerlo.
Pasó el tiempo y Roberto se extrañaba  que sus tíos 
no dieran señales de vida, aunque por un lado no era de extrañar, ya que desde que les hizo la compra del telescopio, se habían olvidado por completo de todo, incluso de él.
-“Voy a hacerles una visita y de paso, veré por qué ese interés en tener ése aparato”.-se dijo mentalmente mientras ponía el coche en marcha. La 
verdad, era que le tenía muy intrigado.
Abrió la puerta y de dirigió a la galería, puesto que 
era la pieza de la casa donde habitualmente estaban 
sus tíos por ser la más soleada, acogedora y, la que 
mejores vistas ofrecía.
Como era de esperar, allí estaban y tan absortos que no se dieron cuenta de la presencia de su sobrino.

Valentín estaba pegado al telescopio mirando, 

mientras que su hermano, reloj en mano, parecía 
llevar el tiempo.
__¡Qué hermosa es! Ahora se dirige a la orilla del río. Parece una reina ¡Qué porte! ¡Qué elegancia en su 
caminar! ¡Es tan blanca! ¡Se va a bañar!  -exclamó con gran alborozo.
__Tú mira y calla. No hagas comentarios que me 
pones nervioso. Te quedan unos segundos.
__¿Se puede saber, qué es lo que miráis?  -preguntó 
Roberto de improviso, rompiendo con su voz el 
encanto en el que se hallaban inmersos sus tíos.
__Qué importuno eres  -dijo Ismael algo molesto por 
la interrupción tan sorpresiva de su sobrino.
__¿Puedo mirar yo?  -les preguntó Roberto con aire de inocencia.
__Claro  -le contestó Valentín al tiempo que le 
dejaba su sitio.
Roberto se acercó y sus ojos se posaron sobre lo que 
había causado tanta admiración a su tío y ahora a él, 
que también le dejaba perplejo.
__¡Si es una paloma!  -exclamó asombrado.
__¿Y qué esperabas ver? ¿A la Mata Hari en mejores 
años? No te fastidia éste viejo verde.









R.P.00/2015/1710

León, Diciembre  1991



8 comentarios:

Anónimo dijo...

bonito relato el de dos personas que son felices con ver algo normal




Carla

Anónimo dijo...

Es maravilloso ver como dos personas, se maravillan de algo tan normal


Angelina

Anónimo dijo...


Un precioso relato de algo que nos sorprende por su naturalidad



Raquel

Anónimo dijo...

¡¡¡Uh!!! que bonito, una cosa tan normal y ellos la convirtieron en una preciosidad


Jorge

Anónimo dijo...

Relato fluido y con final inesperado. Muy bien

jav

Anónimo dijo...

Un final maravilloso y muy precioso

María

Anónimo dijo...

Un relato divino me gusta cómo está escrito


Julio

Anónimo dijo...

Relatos así de bonitos te llenan al ver que una simple paloma es lo más hermoso que ven


Sofia