ARACNE
Era una muchacha lidia, instruida en el arte de tejer
por Atenea, la diosa de la sabiduría y patrona de los
artesanos. Sus bordados eran tan perfecto, que la
gente quedaba cautivada al contemplarlos. Para
muchos, Aracne ya superaba a su maestra. Tan
repetido fue este comentario que la muchacha se lo
creyó.
Cierto día, en medio de una plaza muy concurrida,
Aracne desafió a la diosa invitándolo a competir y a
mostrar delante de los presentes quién era la mejor
bordadora. Atenea quiso darla una lección, y aceptó
el reto.
Durante todo el día las contrincantes estuvieron
bordando, de modo constante y con técnicas nuevas
y admirables. Al atardecer, llegó el momento de
exhibir los trabajos. Atenea representó a los dioses
en todo su esplendor. Aracne en cambió, los
representó decadentes, envueltos en vicios y
amoríos.
Al ver la obra de Aracne, Atenea se enfadó mucho y
rasgó el tejido. La muchacha se dio cuanta de su
error, sintió mucho miedo, e intentó suicidarse
colgándose de una viga del techo de su casa. Pero
Atenea se apiadó de ella y le salvó la vida. Sin
embargo, la castigó convirtiéndola en una araña y la
condenó a tejer para el resto de su vida.