EL SECRETO ESTA EN LA LLAVE

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sábado, 9 de septiembre de 2017

Y conocí a María




                                   

Resultado de imagen de mujer con           muletas



                                Y   C O N O C Í   A   M A R Í  A





Hace tiempo que la conocía de vista, cuando  

iba a llevar o recoger a mis hijos al colegio. 

Nunca llegaba sola, sino que siempre venía 

acompañada de tres o más mujeres.

Recuerdo, que lo que más me llamaba la atención de 

ella, era su vivacidad. Hablaba sin parar, accionando 

sus brazos y, sus pequeñas manos, describiendo son 

movimientos rápidos, toda una gama de 

expresividad, acorde con las palabras que de su 

boca salían.

Su pequeña estatura no era óbice alguno para 

sobresalir en el grupo, puesto que su locuacidad, 

unida a su eterna sonrisa, hacían de ella el centro de 

atención.

Yo, a escasos metros de ellas, no podía por menos 

de sustraerme a esa reunión tan informal, como 

divertida a juzgar por las risas. Otras veces, debían 

de comentar o plantear asuntos más serios, puesto 

que sus razonamientos eran más vehementes.

Tengo que advertir, que todo esto son suposiciones 

mías, ya que desde dónde yo estaba, no las podía 

oír, sino simplemente observarlas.

Por espacio de varios cursos, invariablemente todo 

se repetía. Ella, liderando un grupo con su 

esplendorosa sonrisa y su personalismo estilo en 

llevar la batuta; y yo, en la esquina, callada y 

mirándolas de vez en cuando.


Cuando mis hijos cambiaron de colegio, para seguir 

la enseñanza superior, ya no la veía tanto, pero 

como vivía cerca de donde yo resido, alguna que 

otra vez la encontraba por la calle y seguía estando 

tan vital. Ni que decir tiene, que continuaba con su 

verbosidad convincente,  puesto que era escuchada 

con atención. 

Pasó el tiempo y con él, se fueron además de mi 

juventud, proyectos, amigos y un largo etc. De 

cosas que sólo quedan como un efímero recuerdo en 

la memoria. Todo se fue eclipsando como la  imagen 

de María. Hasta que un día la vi.



 Se ayudaba de unas muletas para poder andar. La 

verdad, es que no le di demasiada importancia.

-“Una caída tal vez  pensé sin más.

Nunca me pude imaginar lo que, soterradamente 

estaba incubando su menudo cuerpo.


Cuando la volví a ver después de un tiempo, llevaba 

con ella además de un aparato con ruedas para  

poder andar, una joven acompañándola. Como es 

natural,  me quedé observándola totalmente 

desconcertada al verla tan desvalida.

Meses más tarde, me tuve que someter a una 

operación y un día, mi tía que había ido a verme, me 

dijo que iba a ver a una persona que estaba 

ingresada en la misma planta. Se fue y al poco 

tiempo entró y me dijo:


__Mira quién te viene a ver  -y dejó la puerta abierta 

esperando a que entrar alguien que se hizo de 

esperar.

Yo  acostada en la cama, pensaba quién podía ser y 

por qué tardaba tanto en pasar. Al fin la vi entrar.

Era María, quien apoyada en su “carrito” y con su 

eterna sonrisa, venía a verme.

Por lo visto mi tía era amiga de sus padres.

Más tarde, por ella supe lo que poco a poco, destruía 

el pequeño cuerpo de María. El mal se expandía sin 

piedad alguna, en ramificaciones generando con ello, 

una drástica destrucción de todo lo que encontraba a 

su  paso. Ese día conocí a María.

Una mujer que llevaba su fatal destino con gran 

dignidad y valentía. Su gran tenacidad en no darse 



por vencida era ecuánime. Y su dolor, lo dejaba en 

lo más recóndito, cuando la encontraba por la calle 

y, reafirmando su sonrisa en un gesto sosegado y 

sin resquemor alguno, me saludaba con su particular 

encanto.


¿Qué era de la María que yo conocí? Todo un 

torbellino lleno de vitalidad. Risueña y pletórica de 

alegría, había dejado paso a un ser trágico, 

neutralizando su juventud en un agónico sufrimiento 

que la minaba su cuerpo desaforadamente.

¿Qué era de sus sueños e ilusiones? ¿Tuvo tiempo 

de realizarse? ¿Había encontrado la felicidad en su 

dolor? ¿Qué esperaba cuando nacía un nuevo día? 

¿Estaba dolida con lo que le había deparado el 

destino? ¿Lo había aceptado?

Son preguntas que quedarán en el aire. Nunca podré 

hacérselas por su crudeza.

Hace años que no la veo. No sé si vive o, sacó billete 

para ese tren que jamás retorna.

Estés donde estés, quiero que sepas María lo mucho 

que te admiraba cuando día a día, te veía a las 

puertas del colegio, con tu sana alegría y, lo mucho 

que he pensado en ti.

En tu soledad, en tu dolor y en tu esforzado ánimo 

para arrostrar ese mal que carcome tu cuerpo.

Gracias María, por todo lo que me has enseñado.










r.p. 00/2008/1320

León-12-6-2000

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es un escrito muy hermoso, pero la realidad es penosa





Carol