EL SECRETO ESTA EN LA LLAVE

miércoles, 1 de febrero de 2017

LA CREACIÓN

                           L A   C R E A C I Ó N


Una noche cenando, mi hijo me pidió un vaso de agua. Después de beberla me dijo:
__Mamá, yo nunca he bebido agua del mar porque está muy salada ¿Por qué Dios, hizo salada esa agua?
Algo distraída  le dije, que al principio Dios, había hecho toda el agua sin sal, como la de los ríos. Mi hijo  con una sonrisa divertida me contestó:
__No es verdad, mamá. Dios hizo el agua del mar salado, para distinguirla del río, sino es así, explícame ¿cómo es tan distinta la una de la otra?
Fue entonces, cuando me dejé llevar por mis fantasías e  imaginación y le contesté:
__Cuando Dios hizo el mundo, ya sabes que al tercer día creó el mar y las plantas. No olvides que lo sacó de la nada, debido a su gran poder divino, pues como te iba diciendo, de la manga de su túnica sacó el mar. Era un agua cristalina, pura y deliciosa al paladar. Maravillado de su gran poder, no pudo por menos de girar sobre sí mismo en un arrebato de alegría  y   tuvo la mala suerte, de que su gran manto se enganchara en el gran salero, que tenía muy cerca de él, para sacarlo en su preciso momento.
__¿Cuándo mamá? –me interrumpió.
__Pues, cuando el mundo lo necesitara –le contesté un tanto regocijada. Bueno, como te iba diciendo, el gran salero se le enganchó y sin que lo pudiera evitar, toda la sal cayó al agua.
__Pero si cayó sobre toda el agua, ¿cómo la de los ríos no es salada?
__Pues... mira –empecé titubeando. Al caer la sal  como era tantísimo, se desbordaron los mares y la que salió, tuvo la suerte de no quedar salada y por lo tanto, se marchó por otros derroteros, naciendo así los ríos.
Mi corta historia terminó con una sonrisa un tanto incrédula de mi hijo. Al llevarle a la cama, me volvió a preguntar:
__¿Por qué hizo la noche? A mí no me gusta irme a la cama. Yo quisiera, que siempre fuera de día.
Con una gran paciencia, me senté al borde de su lecho y cogiéndole la mano, dejé de nuevo volar mi imaginación.
__El primer día  Dios creó la luz, ¿no es así?
__Sí, mamá.
__Pues, como la vez anterior, su gozo fue tan completo al separar las tinieblas y darnos la luz, que tropezó con los cables y se fundieron los plomos, quedando todo otra vez en tinieblas. Estaba tan triste, que no pudo por menos de volver a hacer otro milagro, creando el sol, la luna y las estrellas.
Así mientras el sol nos ilumina, lo empleamos  en trabajar, estudiar, jugar, pasear, etc. y  la luna y las estrellas, nos servirán para velar nuestro sueño, mientras descansamos y soñamos.
Le solté muy despacio la mano al ver, que sus ojos se cerraban como la luz del sol, lo había hecho ya.
Paseábamos despacio, recreándonos en el maravilloso día que hacía. Mi hijo miraba el cielo. Ese cielo tan inmenso y azul que Dios nos había dado, cuando me dirigió la palabra. Intuí, que sería una nueva pregunta.
__Mamá, ¿por qué es tan grande el cielo? Y  su color, ¿por qué casi siempre es azul? ¿Por qué se pone tan feo a veces?
La lluvia de preguntas  que en un momento me había formulado, me dejó un tanto sin aliento. Era, como si hubiese sido yo la que preguntara y no me quedara ya nada para seguir.
Nos sentamos en un banco y me dispuse a obsequiarle con otras tantas fantasías, creadas por mí.
__Vayamos por partes. En primer lugar, el cielo fue lo segundo que creó. Lo hizo, para que viéramos que su poder es tan inmenso  como el mismo cielo, puesto que es lo mismo que estés aquí, que a miles de kilómetros de distancia; siempre lo verás.
A la segunda pregunta, me dices que porqué es azul, en verdad, no sabía cómo contestar a esa pregunta, quería darle una nota con algo de humor, como las anteriores; pero sin salirme de la raya.
Yo creo, que era el color preferido de él. No cansa a los ojos, da la sensación de limpio y es lo que debe de dar esa grandeza que tiene al mirarlo. En fin, en pocas palabras, debió de irselé la mano al hacer los colores y para no tirarlo, lo empleó en algo que no le sobraría nada, como así fue.
A la tercera de tus preguntas nada más te diré, que se pone así de feo cuando aquí en la tierra, no sabemos admirarlo con más valor del que posee  y es entonces, cuando corre una gran cortina gris o negra,  depende de lo triste que esté.
Un pardillo juguetón se posó cerca de nosotros. Su alegre “caminar” a saltitos y picoteando todo a su paso, desvió la mirada de mi hijo  de la lejanía en la que estaba inmerso. Respiré hondo y observé al pajarillo. No me imaginaba yo  que ese animalito, estaba dándole una nueva forma de seguir sus preguntas.
__¿Por qué creó las aves? –dijo distraído, mientras sus ojos seguían  el revoloteo del pájaro.
Tenía mucha imaginación, pero temía no poder seguir contestando  en la forma que yo había elegido, alegre y desenfadada.
__Dios creó las aves y peces el quinto día. Era el cielo tan inmenso, que creyó  muy oportuno que alguien lo usara. Y así fue como se vio de pronto, lleno de toda la clase de aves.
__Dime mamá, ¿por qué unas son tan bonitas,  su plumaje es tan variado y  sus cantos  tan distintos?
Otra vez, me metía en un callejón sin salida aparente. Mi ingenio se agudizó aún más al decirle:
__Vamos a ver. Cuando tú estás alegre cantas, silbas, ríes, saltas en fin, toda esa gama que podéis ofrecer al estar así, pues bien, El Señor, debía de tener también momentos así y los tradujo, al crear a tan diferentes aves  y de tan distintos cantos.
Las crearía   en un momento que su ánimo era alegre y su paleta de pintor, estaba llena de colores para dar ese toque tan personal y maravilloso, a los plumajes de tales aves.
Las otras, ésas que no cantan, sino más bien  casi asustan al abrir su pico y emitir esos graznidos y, con sus plumas de tonos oscuros más bien yo diría  de funeral, los debió de hacer  cuando estaba cansado y sus ojos, no distinguían bien los colores. La luz se había ido ya y el sueño, hacía presa de él. Por tal motivo, no las creó con la misma fantasía.
Su hambre por saber, de momento se había calmado ¿Por cuánto tiempo? –me pregunté. Por muy poco, me dije, al ver con  que interés,  miraba  a un perrito  que muy zalamero, se arrimaba a él tratando de que jugara.
Como era de esperar, me soltó el dardo de su pregunta inesperadamente.
__Y los animales, ¿por qué los creó?
Traté de recuperar un poco el aliento, haciendo unas caricias al chucho. Además, ya no sabía muy bien, cómo terminar mi historia de la creación.
__Pues verás hijo, -comencé. Dios creó el sexto día  a los animales terrestres y al hombre. Y lo hizo, para no estar sólo.
__Pero...¿por qué tantas clases de  animales;  si nosotros  no conocemos ni a la cuarta parte de ellos, al estar tan lejos unas especies de otras?
__La tierra es muy grande –me apresuré a decir-  y tenía que poblarla toda o la mayor parte de ella y así fue, como “diseñó” tantos animales. Para la zona ecuatorial o sea, donde el calor es más intenso, llevó de su zoológico a los animales que mejor vivirían allí como: serpientes, loros e infinidad de insectos. En la zona tropical dejó a los elefantes, cebras, leones etc. La templada, se la cedió a los lobos, zorros, corzos, ciervos etc. Y por último la fría, donde el frío es tan intenso se la regaló a los  pingüinos, focas y osos polares. La tierra quedó de polo a polo, cubierta de animales de diversos tamaños y clases  y Dios descansó, al no tener que dar de comer a diario a tantas bocas.
__Y a nosotros, ¿por qué nos creó?
De verdad, no esperaba más preguntas. Creí que ahí iba a terminar todo  Debo confesar, que me sentí confusa. Mis fantasías estaban terminando ya.
__A nosotros, los seres humanos  nos hizo, para que viéramos y gozáramos de esas maravillas que él creó para nosotros, pues como ya te dije, hizo todo lo que nos rodea. Cielo, agua, plantas, animales etc. Y, a nosotros mismos. Entiende  bien hijo, sólo Dios puede crear, sacar de la nada, lo otro por ejemplo: casas, máquinas, utensilios etc.,  no es creado sino formado. Formar es hacer una cosa de otra. Los hombres pueden formar, pero sólo Dios puede crear.
Lo aprendido en mis años de colegio, me había servido para decir en pocas palabras, todo cuanto encerraba de grandioso la creación.
No sabía, si mi hijo había quedado satisfecho de mis explicaciones. Yo, sólo había pretendido en una forma un tanto alegre y risueña, haberle dicho, cómo se había creado el mundo.
Era muy inteligente y despierto y yo sabía, que ciertas “cosas” que habían entrado en  mi pequeño relato, las había dejado pasar. Era, como la sal y pimienta que dan realce a un plato. Si no las  hubiera usado,  él no habría puesto el más mínimo interés en mi narración.









P. O. 00/2008/1315

León, 17  Abril 1981

  

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Una bonita lección, me gusta


Czarol

Anónimo dijo...

¿Cuántas personas no saben ni la mitad de eso?



Mariano

Anónimo dijo...

Preguntando es la forma de saber las cosas, me gusta



Marisol

Anónimo dijo...

Los hijos necesitan saber todo lo que les rodea y quién es el creador de ellos. precioso


Ana

Anónimo dijo...

Me gusta mucho la forma de explicar la creación del mundo


Mª Aparecida

Anónimo dijo...

Muchas madres son fabulosas diciendo esas cosas tan bonitas de la creación






Ligia