EL SECRETO ESTA EN LA LLAVE

lunes, 1 de junio de 2015

LA ENVIDIA QUE NOS REVIENTA




LA ENVIDIA  QUE  NOS  REVIENTA


No pude por menos que soltar una carcajada. El 

motivo de mi acto tan espontáneo se debía a un 

párrafo que estaba leyendo. Decía:  “...Dos viajeros 

descubren a lo lejos una extraña figura y exclama 

uno de ellos: ”Allí veo la envidia”. _”A España 

hemos llegado –responde el otro.” El libro es de 

Carlos Fisas y hace mención a lo escrito por Baltasar 

Gracián en el “Criticón”.


La fama que nos hemos ganado, no es para menos. 

La envidia que tenemos nos revienta cada minuto de  
nuestra existencia.

Nos molesta que nuestra capacidad de trabajo no 

sea valorada con todos los parabienes que

merecemos y sin embargo, sí hagan con otro del 

que jamás  hemos oído hablar.


Nos fastidia que Fulano ocupe un puesto que, a 

nuestro entender, no se merece. 

Opinamos que no está cualificado y el cargo estaría 

mejor en manos de Mengano, aunque  en nuestro 

interior, bien sepamos, que es más digno el primero 

que el segundo. Pero como siempre, la maldita 

envidia nos nubla la razón.


La envidia, en toda su extensión, ha sido y es, 

motivo de distintas batallas en el seno del género 

humano. Unos tenemos hacía ella más inclinación 

que otros, y basamos cada acto de nuestra vida, en 

deshacer la felicidad de nuestros semejantes, 

simplemente porque nuestro ofuscado seso gris, no 

ha sido cultivado con las semillas adecuadas, es 

decir, las de la  sinceridad.


La envidia, dicen, es más de mujer que de hombre. 

En tal caso yo bogo un poco por nosotras, ya que 

como mujer que soy, creo que nuestra  envidia es 

más leve, y se circunscribe más que nada a cosas 

tan banales que, a mí particularmente, me causan 

risa: la moda, la figura y un sin fin de 

insignificancias, que sirven de parolero entre las

féminas durante nuestros ratos de ocio.


En los hombres, al no haber trapos ni centímetros 

de más, su envidia va por  cauces mucho más 

profundos. Los negocios y el trabajo, suelen suscitar 

en lo más recóndito de ellos ese virus, que la 

mayoría de las veces no saben destruir, y les 

estalla  de forma incontrolada en palabras o hechos 

que derivan de una palabra: la envidia.


Pero, aún así, de ninguna manera quiero que se 

piense, que nosotras seamos unas santas y que 

carguemos la culpa a los hombres. Como en botica: 

hay de todo.

La envidia es un mal endémico, llames mole así, 

que siempre ha existido y que lejos de erradicarlo, 

cada día lo alimentamos más y más.


Basta cualquier cosa, para que nuestro ego 

envidioso explote y hagamos toda una exhibición en 

ese menester tan ruin.

¿Por qué no admitimos que somos unos envidiosos 

de tomo y lomo? Si así fuera, cuántas energías nos 

ahorraríamos.









R.P.00/2008/1318
León, 27 Febrero 1998


9 comentarios:

Anónimo dijo...

Está muy bien todo lo que dices, verdaderamente todos, pero todos somos un rebaño de envidiosos

Carla

Anónimo dijo...



Totalmente de acuerdo

Angelina

Anónimo dijo...



La verdad es que algunas personas se pasan de la raya, no saben valorar lo que tienen y tampoco conformarse


Monse

Anónimo dijo...


Una realidad que no hay que decir ¿no?


Pablo P.

Anónimo dijo...


Una de las cosas que debemos eliminar de nuestras vidas

Begoña

Anónimo dijo...



Es algo que me pone de los nervios cuando no que alguien le da la chispa de la envidia

Maribel

Anónimo dijo...



Tenemos que luchar para no caer en esa tentación tan...

José

Anónimo dijo...

En éste país de muchos tocados por esa envidia tan insana, lo mejor es ponerse unas gafas de no ver

Lima

Anónimo dijo...

¿Cuántas personas hay en el saco? Muchas, la envidia es un mal endémico que jamás se curará

Carla