IMÁN DE
PENAS
En el diccionario leo: Imán, calamita y magtetita. Estas son más
o menos las definiciones de tal
palabra. Me tomo la libertad de
llevarla al terreno de los humanos.
Hace unos años conocí a una mujer. Tenía todo a su favor.
Juventud, una belleza discreta, pero
sabía sacar buen partido de
los fallos que tenía. Lo más
destacado de ella no era desde luego
su figura, sino más bien, la gran
humanidad que desprendía. Era
algo innato en ella. “Mi más preciado don”, respondía, cuando le
preguntaban por esa
cualidad tan destacada.
Es obvio que jamás hizo nada que pudiese sobresalir para
ser
admirada. Sabía muy bien compaginar las horas. Un día me dijo:
-A mí el trabajo no
me come el tiempo que necesito para ver
o
estar con tal persona, todo es cuestión de saberlo usar.
_Sabes desligarte de todo lo que conforma tu mundo
y, lo mejor
de todo, es que lo calculas bien.
_No te creas
que es fácil todo.
_Sé que no
es así, pero tus dotes para poder realizar todo, son
admirables.
_No por
favor, no me lisonjees. Soy una persona normal que
intento dar lo que creo que
necesitan.
_¡Y qué bien lo das! Eres, como una especie de imán.
_¡Qué dices!
-Sí, eso es. Atraes hacía ti las penas que padecen muchas personas.
_No sabía yo
que fueses tan intuitiva.
_No hace
falta serlo para ver que no te limitas a tus cosas trabajo
etc.
_Sinceramente
te diré que, canalizar adecuadamente el sentir de
las personas cuando padecen,
es desalentador, cuando el
sufrimiento eclipsa toda palabra.
Es muy duro
el dilema, porque no se puede uno salir de la
tangente. Hay que darles valor,
respuestas y hacerles ver, que no
están solos.
_Eso es lo
más difícil. La soledad les aplasta, no ven salida entre la
bruma del dolor.
_¿Te has
preguntado alguna vez, si estuvieras en el puesto de
ellos, qué harías? Sabrías
aceptarlo, renunciando a manifestar el
dolor de forma áspera.
_En estos
momentos no sabría responderte, ya que nadie puede
saber su proceder.
_Te deseo
sinceramente, que llegue tarde ese día y cuando así
sea. Que tengas la
fortaleza para superarlo.
Paradojas del destino. No pasó mucho tiempo en
volverla a ver y
en su rostro estaba
reflejado el sufrimiento. Quiso quitar hierro
como se dice, cuando le pregunté,
pero al final se derrumbó. Se
apoyó en mi hombro y lloró. La abracé mientras la
susurraba:
-Llora, deja
salir la pena, no intentes apresarla. Lava con tus
lágrimas el dolor para que
sea más suave”
La calma volvió muy lentamente a ella.
_Gracias, esto es lo que necesitaba. Te voy a decir algo
que
siempre me he preguntado.
_Tú dirás.
_Cuando he tenido que dar ánimos y valor a personas que lo
necesitaban, luego cuando iba a mi casa y me acostaba, siempre
pensaba “¿Tendré
alguna vez un hombro para llorar mis penas?
León 11-11-2011
9 comentarios:
Es muy verdadero me encanta leer todo tuyo
Carla
Es muy importante tener a alguien a quien apoyarte en estos momentos difíciles
José I.
Es algo que siempre deseo y espero
Lorena
Precioso, cuánta realidad hay
Begoña P.
Es muy encantador leer lo que pones
Alicia
Sí, sería muy bonito tener a alguien para compartir, gracias
Angelina
Es un buen artículo, nos recuerda que los que se fueron, necesitan ser recordados
Maura
La verdad que hay que pasarlo para comprobar cómo reaccionan muchas personas carinos
Ligia H.
Verdaderamente si es cierto
Pablo L.
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