AL SERVICIO DE
TODOS
Allí estaba. Haciendo favores todo el día sin protestar. Sin
recibir nada a cambio. Todo ese tiempo callado, sumiso. Dispuesta a cualquier
hora a darnos sus servicios. Tanto a mujeres, como a hombres. No había
diferencia. Ella hacía su trabajo y nosotros nunca se lo agradecíamos. Para eso
estaba allí, para darnos placer o aliviar nuestras necesidades.
Tantos años requerida por unos y
otros se notaban mucho. La brillantez y
limpieza que tuvo al ser destinada a la habitación principal, había dejado paso
a zonas algo mugrientas, alrededor de los agujeros y su precario estado, hacía
pensar que pronto sería reemplazada.
Me senté enfrente de ella y mis ojos
no se apartaron de su redondez. De pronto, había adquirido para mí una nueva dimensión.
Ya no era el complaciente artilugio que nos daba todo.
-“Era una puta” –me dije. Una sonrisa irónica se dibujó en mi rostro.
Adopté una postura insultante y en un
sordo monólogo, me dediqué a generar las más hirientes descalificaciones contra
mi descubrimiento.
-“¡Golfa! No tienes vergüenza. Siempre dispuesta a ofrecer
tus servicios ¡Hasta los niños te utilizan! Eres una pervertida ¿No tienes
nada qué decirme? No. Pero yo pienso por
ti y me dirás que, para eso te crearon ¡Qué poco coraje habéis tenido! Sí,
porque en el mundo sois millones. Unas blancas, otras negras, otras de color
tostado etc. Grandes, pequeñas, pero todas habéis nacido con un mismo fin: ser
unas prostitutas para beneficiar a los machos. Además, ¡qué poco os importa
llevar vuestra desnudez! ¿Para qué?, me
dirás. Hacéis jornadas intensivas, sin mostrar el menor cansancio y contentas
por dar todo lo que fluye de vuestro interior”.
Desvié la mirada y traté de tener pensamientos más positivos.
-“¿Por qué eres tan injusta conmigo? -creí escuchar en mi interior.
Volví mis ojos hacia la blanca
redondez y mi mente continuó el sordo monólogo:
-“Vosotros,
los mortales, ¿qué haríais sin nosotras? Ya sé que soy una hembra que nunca
pone objeción alguna al macho. Somos unas impúdicas, pero no me puedes hacer
responsable ni a mí, ni a mis hermanas por ser así. Cuando nos inventaron –por
decir algo- ya sabíamos para lo que estábamos destinadas. No nos dieron ninguna
opción. Teníamos que ser dóciles y atender a todos por igual. Incluso a los
pequeñajos. No ser racistas e incluso, dar nuestros servicios a la escoria de
la humanidad. Ya sabes, asesinos, torturadores, ladrones, violadores etc. Esa
gente, después de hacer de las suyas, son los que más nos solicitan. Un asco.
Te voy a decir algo. Mi mayor anhelo es ser fundida, morir.
Así como lo oyes ¿Te parece crudo? Estoy cansada, vieja y harta de ser el
juguete de todo el mortal que se precie. Sabes, hay veces que te usan hasta la
saciedad. Muchos me asquean, por ser requerida siempre para lo mismo ¡No tienen
ideales!, ni grandeza de espíritu.
No salen de su rutina. Día tras día, siempre lo mismo. Me aburren un
montón. Si yo te contara, quedarías asombrada de las cosas tan absurdas que me
obligan a hacer. No te puedes imaginar lo que es, ser esclava del macho. No le
importa que haya tenido un día agotador y está al rojo vivo. Sí, porque no es
siempre el mismo ¡qué va! Algunos son
tan raros y tienen muy mala leche si a la primera no encajan.
Se piensan que por ser más jóvenes y nuevos, tienen más sabiduría y lo
único que hacen es dejarme para el arrastre.
Pero afortunadamente, tengo a otros que cuando me usan, me hacen sentir
francamente bien. Me relajo y hasta me permito soñar. Sin ir más lejos, tú eres
uno de ellos.
Me sobresalté. Un ligero sueño me había inundado durante unos
minutos.
Miré el enchufe hembra que tenía
enfrente de mí y solté una carcajada.
“Así que eres un enchufe hembra ¡Vaya por Dios! Hasta en
cosas materiales nos diferenciamos
-musité-, y proseguí- ¡Quién lo
iba a decir! A mis años saber estas
cosas.
Todo había empezado unas horas antes.
Cuando entré en una tienda de productos eléctricos y pedí simplemente un
enchufe. La empleada me preguntó:
_¿Cómo lo quiere, hembra o macho?
La pregunta me dejó un tanto confusa, pues
hasta la fecha no me había encontrado en tal situación. Mi contestación fue
rápida y escueta:
_El que tiene agujeros.
_Un enchufe hembra
-fue la contestación un tanto vacía de la señora, al tiempo que me
mostraba unos cuantos.
Cuando salí, aún estaba perpleja y
asombrada.
-“¡Qué ignorante soy! Mira que no saber una cosa tan simple ¿Soy acaso la única? Tal vez sí o
tal vez no -me dije. Es difícil saberlo
y no me voy a poner a hacer una encuesta, aunque no sería mala idea.
Dejé escapar una sonrisa al pensar en la
cantidad de gente que, como en mi caso, se mostrarían desconcertados al saber
lo de macho y hembra.
_Tienes toda la razón del mundo al sentirte así de mal -le dije-. No me extraña lo más mínimo que
desees fundirte. Además de abusar de ti a todas horas, tienen el descaro de
llamarte “enchufe hembra”; y sin embargo, cuando se te nombra, eres de género
masculino ¡Qué cosas! ¿Verdad? Claro, que pensándolo bien, es difícil de
llamarte “La enchufe hembra. Vamos a dejarlo tal y como está ¿no te parece? Para
mí tienes mucho valor y te agradezco todo lo que me das.
_¿Con quién hablas? -la pregunta
provenía de otra
habitación.
_Con nadie. Estaba
cantando -dije, al tiempo que hacía un guiño
de complicidad a la blanca redondez que presidía todos nuestros actos de
grandezas o miserias de cada día.
R.P. intelectual 00/2008/1318
León,
16 Febrero 1994