PRISIONEROS
DEL PROGRESO
Alcé mis ojos y me perdí entre el cemento y
cristal. Ya no eran ni catorce,
dieciséis ni treinta o cuarenta ventanas, cantidad de ellas.
Quise contar los pisos y lo dejé por cansancio, aburrimiento.
El bloque tan inmenso, homogéneo y feo, que me dio lastima el pensar la
imaginación tan exigua del que ideó tal proyecto.
Sus ventanas era mínimas como si tuvieran miedo a
la luz, y el ornamento más bello, humano y lleno de vida, brillaba por su
ausencia. No había plantas, ni el colorido de las flores que muchas de las
veces, atenúa la fealdad de ésas moles.
Estuve largo tiempo observando cada detalle.
Deseaba imprimir en mi memoria, algo de humanidad, un destello que despertara
mí sensibilidad soñadora, pero la frialdad que despedía, era superior a todo lo
que yo deseaba que naciera.
Una de las ventanas se abrió y tímidamente un
rostro de mujer aventuró a que su mirada
saliera de la su soledad, para indagar en ése mundo en el cual vivía, pero que
a duras penas, lograba divisar un trozo de cielo y menos aún, el color verde de
las hojas de un árbol o la hierba de un parque, que reverdecía no muy lejos del
bloque.
Observé a dicha mujer el tiempo que permaneció
asomada. Sus rasgos, estaban difuminados por la lejanía, sino más bien, por la
altura. Así todo, me esforcé por traer a mi imaginación, todo lo que poseía y
que no podía ver con claridad. La edad no me importaba mucho, aunque debía ser
mayor.
Sus ojos seguían mirando un lejano horizonte que no
existía ¿Cómo era su vida dentro de las paredes? –me pregunté.
Aprisionada entre bloques de hormigón transcurría
una vida que día a día, no era capaz de ver todo lo que se nos da
gratuitamente.
El progreso mata sin piedad todo –pensaba, mientras seguía mirando al punto en el cual,
la ventana se había cerrado.
Eché un vistazo a la enorme mole. Todas las
ventanas estaban cerradas. Marché de allí.
Prisioneros del progreso –me dije, pensando en las
personas que lo habitaban y que jamás verían salir el sol.
León 25-8-1982
15 comentarios:
Cuánta verdad encierra este artículo nunca me han gustado esas moles
Patricia
Muy bien dicho a mi tampoco me gustan
José I.
Es una pena que el astro Sol no les despierte cada mañana
Raquel
Donde esta un piso con una terraza en la cual las plantas crecen y viven bajo el sol, que se quiten esas moles
María Ring
Estoy orgullosa de vivir en un pequeño piso, pero abro la ventana cada mañana y el sol me saluda
Carla
A mi nunca me han gustado esas edificaciones, son excesivas de altas y feas
Cesáreo Z.
Yo vivo muy bien en la casa exenta de modernidad
R.O.
La verdad que esas edificaciones tan enormes, no son de mi agrado, prefiero un piso de poca altura
Angelina S.
Es el precio del progreso vivir entre toneladas de hormigón sin apenas ver la luz del sol y sin poder disfrutar de los olores y colores que los espacios abiertos nos ofrecen.
Angelina
¡Qué verdad encierra ese artículo!
Nunca me han gustado esos enormes edificios
Monse
Más que una sensación estética,lo que a mi me provoca la lectura de este texto es un sentimiento de angustia, de falta de libertad, de ahogo ante la despersonalización que conlleva el progreso. Somos como pequeñas sardinas enlatadas en un bloque de hormigón.
Vivir en un piso dentro de una mole, no es nada agradable para mí
Alicia
Está muy bien dicho, esas alturas tan enormes, sin vida no entran en mí
C. D.
Esas moles ausentes de vida exterior no las quiero ver
Elena
No me gustan
Lorena P.
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