EL SECRETO ESTA EN LA LLAVE

sábado, 17 de enero de 2015

P R I S I O N E R O S DEL P R OG R E S O




PRISIONEROS  DEL  PROGRESO

Alcé mis ojos y me perdí entre el cemento y cristal. Ya no eran ni catorce,  dieciséis ni treinta o cuarenta ventanas, cantidad de ellas.
Quise contar los pisos y lo dejé por cansancio, aburrimiento. El bloque tan inmenso, homogéneo y feo, que me dio lastima el pensar la imaginación tan exigua del que ideó tal proyecto.

Sus ventanas era mínimas como si tuvieran miedo a la luz, y el ornamento más bello, humano y lleno de vida, brillaba por su ausencia. No había plantas, ni el colorido de las flores que muchas de las veces, atenúa la fealdad de ésas moles.

Estuve largo tiempo observando cada detalle. Deseaba imprimir en mi memoria, algo de humanidad, un destello que despertara mí sensibilidad soñadora, pero la frialdad que despedía, era superior a todo lo que yo deseaba que naciera.
Una de las ventanas se abrió y tímidamente un rostro de mujer  aventuró a que su mirada saliera de la su soledad, para indagar en ése mundo en el cual vivía, pero que a duras penas, lograba divisar un trozo de cielo y menos aún, el color verde de las hojas de un árbol o la hierba de un parque, que reverdecía no muy lejos del bloque.

Observé a dicha mujer el tiempo que permaneció asomada. Sus rasgos, estaban difuminados por la lejanía, sino más bien, por la altura. Así todo, me esforcé por traer a mi imaginación, todo lo que poseía y que no podía ver con claridad. La edad no me importaba mucho, aunque debía ser mayor.
Sus ojos seguían mirando un lejano horizonte que no existía ¿Cómo era su vida dentro de las paredes? –me pregunté.
Aprisionada entre bloques de hormigón transcurría una vida que día a día, no era capaz de ver todo lo que se nos da gratuitamente.
El progreso mata sin piedad todo –pensaba,  mientras seguía mirando al punto en el cual, la ventana se había cerrado.

Eché un vistazo a la enorme mole. Todas las ventanas estaban cerradas. Marché de allí.
Prisioneros del progreso –me dije, pensando en las personas que lo habitaban y que jamás verían salir el sol.








León 25-8-1982



15 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuánta verdad encierra este artículo nunca me han gustado esas moles

Patricia

Anónimo dijo...

Muy bien dicho a mi tampoco me gustan

José I.

Anónimo dijo...

Es una pena que el astro Sol no les despierte cada mañana

Raquel

Anónimo dijo...

Donde esta un piso con una terraza en la cual las plantas crecen y viven bajo el sol, que se quiten esas moles

María Ring

Anónimo dijo...

Estoy orgullosa de vivir en un pequeño piso, pero abro la ventana cada mañana y el sol me saluda

Carla

Anónimo dijo...

A mi nunca me han gustado esas edificaciones, son excesivas de altas y feas

Cesáreo Z.

Anónimo dijo...

Yo vivo muy bien en la casa exenta de modernidad

R.O.

Anónimo dijo...

La verdad que esas edificaciones tan enormes, no son de mi agrado, prefiero un piso de poca altura

Angelina S.

Anónimo dijo...

Es el precio del progreso vivir entre toneladas de hormigón sin apenas ver la luz del sol y sin poder disfrutar de los olores y colores que los espacios abiertos nos ofrecen.

Angelina

Anónimo dijo...


¡Qué verdad encierra ese artículo!

Nunca me han gustado esos enormes edificios

Monse

Unknown dijo...

Más que una sensación estética,lo que a mi me provoca la lectura de este texto es un sentimiento de angustia, de falta de libertad, de ahogo ante la despersonalización que conlleva el progreso. Somos como pequeñas sardinas enlatadas en un bloque de hormigón.

Anónimo dijo...

Vivir en un piso dentro de una mole, no es nada agradable para mí

Alicia

Anónimo dijo...


Está muy bien dicho, esas alturas tan enormes, sin vida no entran en mí

C. D.

Anónimo dijo...


Esas moles ausentes de vida exterior no las quiero ver

Elena

Anónimo dijo...

No me gustan

Lorena P.