
Entré en la sala y admiré el hermoso violín que reposaba sobre un estuche abierto. Estuve mirándole fijamente con el pensamiento vacío. Los ojos clavados en él, trataban de hacerle vibrar, darle vida, sonido y apartar esa soledad que había en él.
En el atril, la partitura reposaba sin prisa a que él instrumento diera vida a unos pentagramas llenos de notas, andantes, vibratos, fortes… Me senté cerca de él para sentir su fuerza, hechizo y dulzura. Cerré los ojos y dejé que mi cuerpo se fundiera con esa cadencia que envolvía todo mi ser.
Las notas se iban derramando una tras otra. Engarzadas como los diamantes en una tesitura hermosa, dando los tiempos como un regalo.
La elegancia del cuerpo se unía en el leve balanceo del brazo llevando el arco a posarse con energía sobre las cuerdas, arrancando esas notas que sin querer, despertaban esa melancolía que todos llevamos dentro cuando la tristeza nos embarga sonando como un andante sostenuto.
La música era su mundo en el cual vivía. Era una persona con talento, carisma y muy querida por todos. El violín en sus manos se convertía en un "alegre cantábile", en un "romántico" andante o en un profundo y desgarrador solo. Sabía imprimir en cada pieza musical, lo que el momento requería.
Nos dijo adiós un día de otoño. Estaba cansada de luchar, de ver que vida ya no tenía ningún sentido para ella. Miré por última vez el violín. Allí estaba triste, mudo, nadie lo volvió a tocar. Sus notas estaban rotas.
* Mi corazón es pequeño para tu recuerdo.
* León 26- 9- 2008
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7 comentarios:
Bienvenida, Luisa, a este mundo de los blogs.
Que te sea provechoso.
Un abrazo,
conmovedora la historia, y mas cuando uno conoce el significado.
un beso
tere
Tu relato del violin toca las fibras del corazon, especialmente sabiendo lo que te inspiro escribirlo.
carinos
Ligia/09
Estoy seguro que hay alguien "allá arriba" que te lo agradecerá eternamente...
Una bonita historia para una persona estupenda que nos dejo, pero que desde algún lugar siempre nos mirará y nos cuidara.
Lo que más recuerdo de Pili era una mancha roja que tenía en la mano con la que cogía el arco de su violín y con la que dirigía el coro infantil que con su esfuerzo se creo en el colegio leonés Ponce de León. Tenía en otro dedo una clave de sol dorada como el astro rey.Esas manos dirigieron e iluminaron las carreras musicales de algunos como yo. Con todo mi agradecimiento que seas feliz allá donde estés.
Cuando te conocí supe al instante que serías la amiga más perfecta, cariñosa y siempre dada a todo aquél que necesitaba tu apoyo.
Tu recuerdo será imborrable y tu violín, estará junto a ti y será el más fiel amigo que nunca se separará esté donde estés
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