C U A N D O L A
T I E R R A D U E R M E
“No la despiertes.
Déjala dormir. Necesita descansar, está agotada. la, Mímala, ella
será tu último refugio cuando digas adiós”
-¿Por qué te enfadas así?
-No estoy enfadada.
-Entonces, ¿por qué machacas
así la tierra con esa piedra?
-Lo hago para ahogar mi rabia.
-Ves cómo estás enfadada. No
deberías hacer eso.
-Cuál, ¿machacar la tierra?
-Sí.
-¿Por qué? No sufre, no sangra,
no llora, no grita.
-Eso crees tú. La tierra está tan
viva como tú y yo.
-Ya no soy una cría. Soy una
mujer.-También lo soy yo, pero nunca olvidaré las palabras que un día me dijo mi abuela cuando yo era una niña y, al igual que tú, descargaba mi
furia contra la tierra a patadas.
“No la despiertes...”
Sus palabras, me abrieron a un
mundo desconocido y hermoso. Me hizo caminar descalza para que mi piel tomara
contacto con ella. Que supiera de su aspereza,
su blandura. En mis manos depositó un puñado de ella. “Cierra los ojos,
me dijo, y trata de oír lo que te dice”.
Estaba triste, bajo ella había
mucho sufrimiento. Ni los cálidos rayos de sol, ni las bellas flores que había,
eran suficiente motivo para que olvidara, que en sus entrañas, miles y miles de
cuerpos habían encontrado su final en una guerra sin fundamento alguno como
lo son todas las guerras.
Desconcertada, dejé que se
escurriera entre mis dedos.
“Déjala dormir...”
-“Tienes que respetarla. Está
viva y vive para que tú puedas vivir. Ella sufre cuando la maltratamos. Nos ha
dado todo cuanto le pedimos y nunca se queja de nuestro desmedido pedigüeño. No
seamos tan injustos con ella cuando todo su esplendor decaiga, desaparezca, es
tiempo de arroparla y esperar su nuevo despertar”.
“Necesita descansar...”
-Durante meses y meses, luchó
contra La Naturaleza,
que le regaló de todo. La abrasó, secó y resquebrajó. La mojó tanto, que
incluso a veces la inundó. Cuando se preparaba para su letargo, el frío y la
escarcha, hicieron que su desolación fuera más triste. Pero ella, siempre fiel
a esa humanidad que la cuida, pese a todos esos sinsabores que soportó, nos
alimentó y vistió sus mejores galas en honor a unos seres, que la mayoría de
las veces, no lo merecemos.
“Está agotada...”
-Siéntate a mi lado.
Junté mi pequeño cuerpo al lado
del suyo. Su cálido abrazo envolvió mi pequeñez.
-“Mira lo que pisas”.
Sus manos añosas, pero llenas de
fuerza, tomaron una tierra seca, desvaída, que se apretujaba en pequeños
terrones para darse un aliento que los días iba acortando.
-“Ya no está firme, ni presta
como meses atrás. Su cansancio junto a
su sequedad, hace que parezca muerta. No lo está. Cuando la tierra duerme, nos
invita a su descanso y nosotros sabedores de todo su esfuerzo, lucha y
paciencia, la dejamos dormir. Lo merece. No la pidas ahora, lo que tan
generosamente nos dio en su tiempo”.
¡Mímala! ¡Ámala!
-“Lo mismo que amas a tus
padres, ámala a ella. Cuando naciste, ya estaba aquí. Recibió tus primeros
pasos, tus juegos y también, tu rabia cuando algo te salía mal.
Alguna vez, sentiste su
mordedura dolorosa en las rodillas. Está viva y muestra de vez en cuando su
enfado.
Aprende a mimarla. Dala todo lo
que necesita. No es muy exigente y, ¡te lo agradece tanto! Niña mía, eres aún
muy pequeña quizá para entender todo esto que te estoy diciendo, pero creo que
es ahora cuando mejor se entiende todo.
A mí, nadie me enseñó lo que te estoy diciendo, cuando tenía tu
edad. Pero yo nací a su lado. Corrí como un cervatillo, libre, descalza sobre
ella aprendí mucho. Su olor cuando es
mojada por la lluvia, no tiene igual. Es limpio, fresco, como un bebé después de su baño.
Ella fue testigo de mi primer
amor. Los besos y caricias que mi ardoroso cuerpo recibía, la tierra era
nuestro lecho, soportó con callada envidia, todas esas sensaciones que
estremecían todo mi ser”.
“Ella será tu último refugio cuando digas adiós
...”
-“Cariño, en ésta vida todo lo
que nace muere. La muerte es algo a lo que jamás podremos sustraernos. Es una
cita ineludible a la que todos debemos acudir y ella, la tierra húmeda, seca,
apelmazada o suelta, te tomará, te abrazará y juntas os fundiréis hasta que
formes parte de ella. La tierra nos recoge a todos. No es racista, ni entiende
de dogmas”.
-Tu abuela debió de ser una
mujer maravillosa. Sensible y fuerte a la vez
-Eso pienso yo. Tenía unos
conceptos muy claros d la vida. Sabía cómo enfrentarse a ella. Fue la mejor
maestra que tuve. Todo lo que me dijo y enseñó, quedó muy grabado en mí. Así
que ya sabes: “No la despiertes, déjala
dormir...
r.p. 00/2008/1315
León 12 5- 1998