Querida
Abuela: hoy jueves día 3 cuando me desperté, sentí que me pasaba algo. Tenía un
ligero dolor de vientre y estaba muy alterada.
Cuando
me levanté ¡Horror! ¡Qué susto! Tenía la sábana manchada de sangre, así como el
pijama. No era mucho, pero sí lo bastante como para que diera un grito. Estaba
francamente asustada, pues de momento no supe asociar esas manchas de rojo
oscuro, con el cambio que mi cuerpo había dado durante la noche.
Luego,
poco a poco, me fui serenando y en mi interior sentí algo maravilloso. Era
mujer. Mientras dormía, el cuerpo había dejado atrás ese otro que durante doce
años, albergó el de una niña. Era una transformación perfecta. No sé porqué
motivo me sentí feliz.
Pensé
en las mariposas. Eso era yo, una crisálida que emergía de un capullo. Me
desnudé y mi cuerpo se reflejó en el espejo.
Lo
miré atentamente. Los pechos comenzaban a florecer. Estaba muy delgada y mis
extremidades inferiores ... ¡Uh! Para qué seguir.
No
me afectó mucho el ver mi cuerpo tan desposeído de curvas, sé que pasados unos
años, estará formado y entonces sí que
podrá ser admirado. Volví a vestirme y llamé a mamá.
Estaba
muy contenta, ya que era la única del
grupo de amigas del colegio que aún no era mujer. Sabía, que mi cuerpo se iba a
transformar poco a poco y que se volvería muy sensible. También, que comenzaría
a interesarme más por los muchachos. Y a tener presente, las palabras de mamá.
-“Cuando seas mujer, tu cuerpo será acto para procrear. Tienes que
poner mucho cuidado con los momentos locos. Te podrían ocasionar un serio
disgusto. Confío plenamente en ti. De momento sigue estudiando y llega a la
meta.”
Hasta
la próxima. Recibe un fuerte beso. Katia
R.P.00/2008/1314
León- 14-11-200
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