Caminaba sin rumbo mientras iba pensado en cosas. Poco a poco, los pasos me llevaron a una zona muy tranquila. Estaba muy frondosa, no dejaban ver el sol que era tapado por los grandes árboles muy cargados de hojas.
Se respiraba mucha paz y tranquilidad. Según me fui adentrando por un camino de pequeñas losetas que, ignoraba dónde me llevaría puesto que era la primera vez que iba allí.
“Todos los caminos nos conducen a Roma” la frase vino a mi mente, mientras proseguía el caminar.
Era un claro que al final había un precioso y tranquilo lugar con pérgolas en las que había plantas enraizadas unas con otras, que colgaban dejando ver flores de un color maravilloso. El espectáculo era todo un lujo, si se sabía apreciar el conjunto. Una fuente en el centro, arrullada por jardines llenos de rosas que dejaban escapar el aroma tan suyo. Los bancos que había estaban salpicando el centro.
Me paré ante lo que mis ojos veían “¡Qué maravilloso! –musité en voz baja. Sólo tenía ojos para admirar lo que ese rincón alejado de un ruidoso y cada vez más alterado mundo, me ofrecía “Está detenido, nada le altera” _volví a decirme.
Después de haberme saturado, regresé al presente y observé a las personas que sentadas en los bancos, parecían pasar de todo lo que a su alrededor había.
Miré uno a uno ¡Dios! Estaban ausentes, sus miradas así lo atestiguaban.
Se refugiaban de su soledad y abandono en ese lugar tan hermoso, para no sentir su corazón que lentamente se apagaba.
“Un anciano querido, es como un invierno con flores” –era un proverbio Alemán, que se hizo dueño de mi mente al verles.
Allí rodeados de flores, deseaban sentirse queridos. Me di la vuelta, mis ojos estaban arrasados de lágrimas.
León 16 Septiembre 2011