¿QUIÉN CORRE MÁS?
Llega una edad que el tiempo ya no juega con nosotros. Pasa de largo y ¡qué manera de pasar! Las fechas más significativas de nuestra vida, se suceden unas a otras con mucha rapidez eso comprobamos cada vez que, deshojamos el almanaque hoja a hoja.
Más de una vez hemos echado la vista atrás y decimos con nostalgia lo feliz que fuimos tal día, aunque el motivo visto ahora, sería de lo más nimio. Revivimos con notable nitidez, detalles que nos hicieron reír con esa risa tan fresca o llorar con desconsuelo ante un hecho injusto.
Juegos que nos mantenían horas y horas disfrutando, sacando nuestra destreza e ingenio. Esas travesuras que desquiciaban y enfadaban a los que las sufrían.
Los años tan esplendorosos de nuestro paso por el colegio, porque los amigos y compañeros que allí se hicieron, nunca morirán en nuestro recuerdo. De una u otra forma, siempre estarán ahí.
Cuando nos encontramos con un compañero de “pupitre”, es inmensa nuestra alegría. Los años regresan frescos, lozanos como si estuvieran en la cola esperando su turno. Alborozados nos excluimos por un tiempo, de todo lo que nos rodea. Añoramos todo lo que formó parte en ésos años.
-¿Te acuerdas de cómo Doña Resti nos castigaba
-¡Uf! Es difícil de olvidar. Todos los sufrimos.
-Unos más que otros. A Teresina ¡le tenía una manía! Todos los rotos recaían en ella.
-Era una chica muy bobalicona y la verdad creo, que todos nos aprovechamos de su simpleza.
-¡Qué bichos éramos! Nada nos detenía.
-¿Recuerdas a Felipe?
-Jajaja y, ¡quién no! Lo que nos reímos cuando salió de la fuente chorreando.
-¡Pobre chaval! Seguro que su madre le zurró bien.
-Es que era muy temerario. A pesar de ser difícil llegar dónde esta el chorro, para él fue todo un reto.
-Y, ¿qué me dices del día que tocaba “fregar” los pupitres?
-¡Oh, qué recuerdos! Bonitos de verdad.
-¡Vaya competencia que había! Raquelita y comparsa, eran las mejores.
-Es que además de ser el grupo más adelantado, sus familias eran de alguna manera pudientes. Lo que llevaban era todo un “arsenal” de limpieza.-Así todo, era una mañana gloriosa. Cuando se terminaba la limpieza se ponían al sol para que se secaran.
-¡Nosotras sí que debíamos de estar al sol! Abusábamos muchos de la manga.
-Ya, pero lo bien que se pasaba, era para recordar siempre.
Cuando nos despedimos la puerta se cierra y volvemos al presente. Nuestro sabor de boca es agridulce.
Comentamos con alguien nuestro encuentro y dejamos salir toda esa niñez, que aún queda en nosotros al repasar una felicidad pura que anidó en nuestro corazón.
-¡Fue maravillosa! Estaría todo un día hablando. Del tintero que había en el pupitre y las malas pasadas que nos jugaba. Basta que estuviese recién limpio para que se nos derramara su tinta.
Del mes de Mayo y el encanto que tenía. En el salón en el cual día a día, se celebraba un acto que duraba una hora más o menos, era grande y enfrente según se entraba, estaba la imagen de La Virgen. Al estar el mes dedicado a ella, le rendíamos todo nuestro amor y con fervor, rezábamos un largo rosario.
Era muy agradable el estar allí. El sol entraba por los grandes ventanales que daban al patio.
Flores de todos los tamaños y colores, dejaban escapar un delicado aroma que se expandía por el recinto.
Mientras rezábamos el avemaría, la vista recorría los muchos tarros con flores, que a los pies de La Virgen le rendían nuestro cariño.
Sí, porque nosotras teníamos el deber de llevar las flores. Las “pudientes” llegaban con ramos de floristería, pero las que no podían, iban a los campos que estaban exuberantes a recoger las más bonitas.
Margaritas, campanillas, malvas etc. Los ramos eran preciosos por su variedad y colorido, además del olor tan fresco y natural.
Felices por ofrecer nuestro regalo a La Virgen, lo mimábamos cambiando el agua dos, tres veces hasta el día siguiente que iba a engrosar la fila.
Ahora, te da respelú mirar el almanaque porque de una manera implacable, te recuerda el tiempo que has vivido, el tiempo que has desperdiciado, el tiempo ¿qué te queda…?
León -22-2- 2o07
R.P.00/2008/1318