
MONTE DE LAS TENTACIONES
Entonces fue llevado Jesús por el Espíritu al desierto de la Pereda, para poder ser tentado por el diablo. Y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre. Y acercándose el tentador, le dijo:

Pero él respondió, diciendo está: Escrito está:
“NO SOLO DE PAN VIVE EL HOMBRE, SINO DE TODA PALABRA QUE SALE DE LA BOCA DE DIOS”
Acuciado por un estómago que le recordaba con intermitentes pinchazos lo vacío que estaba, deambuló calle abajo sin saber qué haría para acallar esa necesidad que, un tiempo atrás, jamás se había cuestionado. ¿Cómo iba a saber él que un día iba a ser un indigente? Que tendría hambre. Que recordaría su mesa siempre llena de viandas. Y lo más penoso: siempre se había desvinculado por completo de los problemas de esa gente que pasaba hambre. Nunca le importaron y de su boca no salieron palabras de ánimo, ni de aliento ante su zozobra, sino más bien groserías, cuando alargaban su mano y con gesto de impotencia, perdido todo vestigio de dignidad, imploraban algo que él jamás dio. Hoy necesitaba pan para su estómago, pero lo más importante en esos momentos, era su hambre de palabras que aliviasen su pesaroso espíritu. Nunca había dado nada para una necesidad corporal a los que sufrían la miseria de no tener nada que llevarse a su boca. Tampoco había regalado tolerancia a los más débiles ¿Qué esperaba?

“Si eres hijo de Dios, échate de aquí abajo, pues escrito está: A sus ángeles encargará que te tomen en sus manos para que no tropiece su pie contra la piedra”
Díjole Jesús:
“NO TENTARAS AL SEÑOR TU DIOS”
Él había infringido todas las leyes. Atentado contra todo lo permisible. En una época no muy lejana, había manejado los hilos desde las alturas de forma insidiosa. No temía caerse, pues su ejército de sicarios le cubría las espaldas. Contraponiéndose a lo lícito, había fomentado el vicio más denigrante. Sin inmutarse lo más mínimo, había arrastrado a una juventud al pozo de la ofuscación total. Él, todo lo podía. Hoy se arrastraba en un submundo en el que pupulaban seres impersonales, sin nada que les incentivara a reasumir lo que antaño fueron. Había atentado, y había sucumbido al falso brillo del oropel ¿Qué podía aguardar? ...
De nuevo le llevó el diablo a un monte muy alto, y mostrándole todos los reinos del mundo y la gloria de ellos le dijo:

Dijo le entonces Jesús: Apártate Satanás, porque escrito está:
“AL SEÑOR TU DIOS ADORARÁS Y A ÉL SOLO DARÁS CULTO”
Entonces el diablo le dejó, y llegaron los ángeles y le servían.
Se sentó en un banco y cerró los ojos. Estaba exhausto. Todos sus esfuerzos habían sido infructuosos. Había fracasado por completo. Jugó a ser el rey Midas y todo lo que tocó, era ahora pura basura. Vendió, compró, estafó a los que más confiaban en él. Reinó entre la plebe, sin ser rey. Pero, en su fuero interno, anhelaba enaltecer más su ego, y para llegar a eso no dudó lo más mínimo en servir a la serpiente tentadora. A cambio, él obtenía más de lo que pudiera imaginar. Su fama, nombre y fortuna, creció como un tifón arrastrando todo lo que se pusiera por delante sin cuestionarse, por un momento, el daño que hacía. Cuando llegó el día que su perverso dueño le exigió lo pactado, ya era tarde. El mal que había causado, tanto a otros como a sí mismo, no le eximían de haber caído en la más grave tentación. Había estado en la cúspide y hoy, derrotado y humillado, trastocado en una fe que pronto había olvidado, lloró en silencio. Su insoportable soberbia, así como su inhumano proceder, eran inexcusables. Pedía algo que sabía no tener derecho a ello: el perdón Divino.
* Las tentaciones de Jesús son todas las cuales convenían al Mesías. Con ellas el tentador procura apartar a Jesús del Camino que el Padre le había trazado para realizar la obra mesiánica. Primero, proponiéndole un milagro con el fin de socorrer su necesidad corporal; luego moviéndole a presentarse ante el pueblo de modo aparatoso y, por último, ofreciéndole el señorío del mundo, que sólo del Padre podía recibir. Estas tentaciones, que el Salvador debió de contar a sus discípulos algún día, no podemos precisar bien en qué forma se realizaron, si en forma sensible y externa o en forma imaginaria (sic).
R.P.00/2008/1316
León, Febrero 1997