EL SECRETO ESTA EN LA LLAVE

miércoles, 20 de mayo de 2009

Nuestros pueblos










Cuando yo era una cría, suspiraba por la llegada del verano y con él, las vacaciones. Los que teníamos la suerte de tener familiares en un pueblo e íbamos a pasar unos días en él, estábamos más que de suerte. Yo tuve la dicha de ir, en mis años de niñez, al pueblo en el que mi padre nació: Valdabasta.
Allí, junto a mis primos, transcurrieron días y días llenos de impoluta felicidad. Salir por unos días de las comodidades de la ciudad, no era óbice alguno para mí, puesto que todo acto se convertía en una aventura.
Fueron veranos difíciles de olvidar.
Después llegaron unos años en los que la gente de los pueblos sufrió una gran dispersión. Tiempos en los que cada familia se desarraigaba por completo de sus pueblos natales, sin que nada les motivara a quedarse.
Sólo los más ancianos se resistieron a dejar sus raíces. El resultado, en muchos de los casos, fue deprimente ya que en todos estos lugares, rezumaba una historia que luchaba con toda su fragilidad a ser relegada al olvido.


Obras de arte desvalorizadas y arrinconadas, monumentos de indudable belleza y estilos arquitectónicos insuperables, lúgubres iglesias a merced del polvo, humedades y la rapiña de los que sí sabían su gran valor, era hace años, cosas obsoletas para los moradores de estos pueblos.
Hoy, gracias al incentivo de grupos, sociedades y un gran número de personas, en muchos de los casos implícitas, se va logrando lo que jamás debíamos haber descohesionado de nuestras vidas.
Ayudemos a nuestra gente a seguir en sus orígenes y a mantener vivas, con todo su esplendor, las maravillas que sus antecesores nos legaron.





Sinceramente creo, que vale la pena esforzarnos para que las generaciones venideras no tengan que reprocharnos nuestra dejadez.


 

R. P. intelectual 00/2008/11319

León, 8 Agosto 1996